Lejos aún del pico de coronavirus y a las puertas del invierno austral, Brasil camina hacia una tormenta perfecta con la curva del COVID-19 al alza.
El inicio de la temporada de influenza, el final de la del dengue y brotes activos de otros virus que creía superados, como el sarampión.
Mientras se llenan las unidades de cuidados intensivos de los hospitales, el presidente Jair Bolsonaro sigue enfrascado en una “guerra política”.
Se mantiene en contra de las medidas de aislamiento de los Gobiernos regionales y a favor de la vuelta a la normalidad.
Hasta este domingo, Brasil registraba 241.080 casos confirmados y 16.118 muertes por coronavirus, algunos gobernadores han advertido sobre el colapso en el sistema de salud.
Este año a la influenza y el dengue se suma el COVID-19 y con ello la dificultad de diferenciar cada caso, pues los tres virus provocan síntomas similares en los primeros días de la enfermedad.
A todo esto hay que añadirle también brotes de sarampión que continúan activos en las cinco regiones de Brasil: norte, nordeste, centro-oeste, sudeste y sur.
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