ATENAS, GRECIA.- Las pobres condiciones y las gélidas temperaturas en los campos griegos de refugiados este invierno se cobran un precio para todos los que viven allí.
Las madres embarazadas y los bebés se ven especialmente afectados: embarazos problemáticos que no reciben diagnósticos a tiempo y recién nacidos vulnerables que tienen que sobrevivir sus primeros días en un entorno desastroso, incluso algunos han muerto.
“El bebé de mi mejor amiga murió cuando estaba en el sexto mes (de embarazo)”, dijo Zaina Hammoush en el campo de Ritsona.
Ella es siria, tiene 24 años y está embarazada de nueve meses de su tercer hijo. Está aterrada por las condiciones de vida en el campo migrante. “No tenemos servicios sanitarios adecuados. No tenemos un entorno limpio y hace mucho frío aquí en el campo”.
Junto a su esposo y sus hijos decidieron ir a Turquía y hacer el peligroso viaje a través del mar Egeo hasta Grecia.
“Todo lo que queremos es un lugar seguro para que vaya mi familia, sólo lo básico que necesita un ser humano”, dijo Hammoush a la Agencia Associated Press.
“Si no fuera por mis hijos, nunca nos habríamos marchado de nuestra casa”.
Rania Askar, quien es la mejor amiga de Hammoush en el campamento, contó lo sucedido con su vástago.
“No sabía que algo iba mal con mi embarazo hasta el día que me desperté sangrando. Me siento tan triste que mi corazón está roto”, relató Askar, de pie en un callejón del campamento con su hija de 4 años, Maya.
Un voluntario del campamento de Ritsona le prometió entregarle el certificado de la muerte de su hijo, que murió unas pocas horas después de nacer.
Askar no podía permitirse ir a un hospital privado para pasar revisiones periódicas durante su embarazo.
Una noche se despertó con una fuerte hemorragia y fue trasladada de urgencia del campamento a un hospital de Atenas donde estuvo dos semanas, y su bebé prematuro murió unas pocas horas después de nacer en noviembre.
“Esto no ocurriría si yo hubiera pasado revisiones periódicas y estuviera rodeada de mis hermanas en Alemania”, señaló Askar.
“Estamos solos aquí. Sólo tenemos a Dios”. La organización Médicos Sin Fronteras (MSF) denunció las condiciones de los migrantes en campos como el de Derveni, cerca de Salónica, publicando en Twitter fotografías de los baños del mismo llenos de nieve y de un grupo de refugiados haciendo una hoguera improvisada.
“Este es el sistema de calefacción en el campo de Derveni. Alrededor de 350 personas tienen solamente estos restos de madera para calentarse. Están a -1 grados”, reza uno de esos tuits.
Ante esta situación, ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, expresó que los Gobiernos deben hacer más para ayudarlos en lugar de alejarlos de las fronteras y someterlos a la violencia.
La portavoz de ACNUR, Cecile Pouilly, se refirió a cinco muertes hasta el momento por el frío y pidió que se traslade a un refugio en Grecia continental a unas mil personas, incluidos niños, que están alojadas en tiendas de campaña y dormitorios sin calefacción en la isla de Samos.
Otros cientos fueron llevados a mejores instalaciones en las islas de Lesbos y Chios en los últimos días.
“Los niños son especialmente proclives a las enfermedades respiratorias en un momento así. Es la hora de salvar vidas, no de disposiciones burocráticas”, comentó Sarah Crowe, portavoz de la agencia de la ONU para la infancia, UNICEF, en una comparecencia en Ginebra.
Muchas zonas de Grecia han sufrido fuertes nevadas, incluidas las islas del Egeo oriental donde miles de refugiados se quedaron varados.
En el norte del país las temperaturas se mantienen bajo cero, llegando a los -15 en localidades como Orestiada, lo que sigue ralentizando la vuelta a la normalidad de Salónica, la segunda ciudad del país, en la que muchas escuelas permanecen cerradas y se mantienen los cortes temporales de agua.
La Organización Meteorológica Mundial informó que un movimiento de aire siberiano hacia el sureste de Europa hizo caer las temperaturas en Grecia, Italia, Turquía y Rumanía a entre 5 y 10 grados por debajo de lo normal. Estos eventos suelen ocurrir una vez cada 35 años, indicó el organismo.
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