GAZA, PALESTINA.- La pobreza, el desempleo y los diez años de férreo bloqueo israelí a Gaza han hecho proliferar los mercadillos y tiendas de ropa de segunda mano o “ropa de batalla”, como se le conoce en el terreno, antes denostada.
Un joven vendedor de 34 años, Ibrahim al Sindawi, cuenta que en poco tiempo, y especialmente desde la última ofensiva militar israelí de envergadura sobre el enclave, en 2014, han surgido unas 35 tiendas de este tipo sólo en ciudad de Gaza, pero también el resto de territorio palestino ha visto crecer este fenómeno.
Al Sindawi asegura que en 2007 sus cuatro hermanos, su padre y él fueron los primeros en apostar por el negocio de la ropa de segunda mano, que normalmente llega desde Israel y es introducida a través del paso para mercancías de Kerem Shalom.
Fue el mismo año en el que el movimiento islamista Hamás se hacía con el control de la franja e Israel imponía un bloqueo que se mantiene hasta ahora y que ha estrangulado el desarrollo de la economía en este territorio palestino.
Por este motivo, han proliferado cada vez más, y como ha sucedido en el céntrico mercado de Firas, estos puestos donde se vende ropa a la que recurren hombres y mujeres con recursos limitados.
“Como hay altos índices de pobreza y desempleo, la mayoría de la gente prefiere comprar ropa usada porque es más asequible que la nueva”, explicó Ahmed Sarsour, un estudiante recién graduado y sin trabajo.
Añadió que, por ejemplo, una chaqueta de piel que costaría en una tienda 100 dólares puede encontrarse por sólo 4 dólares.
Aunque para la mayoría de compradores no supone ninguna vergüenza llevar estas prendas, hay una parte de la sociedad gazatí que ha visto limitado de manera drástica su poder adquisitivo y que la adquiere casi de manera secreta, ocultando a sus allegados el origen de su vestimenta.
Cada jueves, los vendedores de la “ropa de batalla” reciben un cargamento de unas dos toneladas y durante el fin de semana la seleccionan, encontrando de vez en cuando alguna prenda inusual para un lugar tan conservador, como faldas cortas o transparencias.
Después, cada domingo, vendedores como Abu Jaled, de 55 años, exponen las prendas que ya han arreglado, planchado y colgado para atraer la atención de los posibles clientes que acuden al mercado.
La variedad en la oferta permite a los gazatíes ir a la moda, según Iman Abu Ras, un estudiante de 21 años que cada domingo se deja caer por allí junto a sus amigos para buscar las mejores gangas.
“Cada pieza no son más de 2.5 dólares, y cuando la gente las ve piensan que son nuevas”, aseguró.
El auge de la ropa de segunda mano es tan sólo una de las estrategias para seguir adelante de una población de dos millones que afrontó en 2016 un índice de pobreza del 54 por ciento y una tasa de desempleo del 55 por ciento.
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