Un pequeño restaurante, llamado La Morada, se convirtió en comedor de beneficencia durante la pandemia y en la actualidad produce unas 650 comidas al día que se reparten a desempleados, neoyorquinos que viven sin gas y no pueden cocinar, ancianos o discapacitados.
Los dueños mexicanos del restaurante, que también son activistas a favor de migrantes que, al igual que ellos, carecen de documentos en Estados Unidos, describen la labor de dar de comer a estadounidenses y migrantes pobres como gratificante.
“Siempre decimos que el activismo es como nuestro sazón secreto, así que creo que fue algo muy natural para nosotros servir a nuestra comunidad con lo que tenemos, también es algo que nos devuelve a nuestras raíces indígenas, cuando todos participábamos en las comidas, aportando unos pocos ingredientes, y cocinando una gran olla juntos”.
El Bronx, un condado de población mayoritariamente hispana y afroestadounidense, es una de las zonas donde el COVID-19 azotó con más fuerza en Estados Unidos.
El condado pertenece al distrito congresional número 15, el más pobre de todo el país, con un promedio de salario anual por vivienda de 31 mil 61 dólares en 2019, según datos del censo.
Al inicio de la pandemia, la familia entera de Saavedra presentó síntomas de COVID-19 y La Morada cerró durante un mes.
Cabe señalar que solicitaron préstamos federales como el Economic Injury Disaster Loan sin embargo todos fueron rechazados debido a su estatus migratorio.
Debido a que los solicitantes de préstamos deben ser ciudadanos estadounidenses o extranjeros “calificados”, lo que incluye a residentes permanentes, entre otras categorías.
Un amigo abrió una página en internet para recaudar dinero, lo que permitió que la familia reabriera el restaurante en abril.
La Morada abrió también como programa de comida comunitaria porque los Saavedra tenían comida acumulada que no querían tirar y había demasiados hambrientos en el sur del Bronx.
“Nos dimos cuenta de que la necesidad era enorme. Al día siguiente, sin pensar, cocinamos el doble”.
Dentro de La Morada, voluntarios entran y salen constantemente a lo largo del día, recogiendo pequeñas cajas de comida para repartir.
El restaurante incluso ha podido contratar a gente para ayudar con el comedor de beneficencia gracias a becas locales.
“Se trata de la comunidad aportando y amigos y aliados diciendo ‘vamos a hacer esto, vamos a luchar juntos y a sobrevivir’”.
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