CIUDAD DE MÉXICO.- Tres chicos adolescentes vieron a una hermosa mujer que en el jardín de la casa vecina tomaba el sol cubierta solamente por un brevísimo bikini. Dos de ellos se aplicaron a verla con morosa delectación, en tanto que el tercero se dio la vuelta para no mirarla. Al día siguiente los tres muchachillos vieron otra vez a la fémina que tomaba el sol, pero ahora sin la prenda superior de su bikini. De nuevo dos de los chicos se entusiasmaron con la contemplación de la mujer, mientras el otro se tapó los ojos. Al siguiente día la vecina apareció completamente en peletier, quiero decir sin ropa. Los dos adolescentes se pusieron a verla con avidez. El tercero, en cambio, se dispuso a huir. Lo detuvieron sus amigos y le preguntaron con asombro por qué actuaba así; por qué se negaba a deleitar la vista con la belleza de aquella estupendísima señora. Explicó el asustado mozalbete: “Mi mamá me dijo que si veía a una mujer desnuda me convertiría en estatua de piedra. ¡Y ya me estoy endureciendo!”. Un individuo laboraba en un circo. Su trabajo consistía en recoger las heces de los elefantes. Su jornada era de 12 horas diarias, de lunes a domingo, y ganaba 3 mil pesos al mes. Un día su hermano lo llamó por teléfono y le dijo: “Buenas noticias, carnal. Te conseguí un empleo fabuloso. Mi amigo el político te dará una chamba en una oficina burocrática. Irás ahí 4 horas diarias con semana inglesa, y tu sueldo será de 30 mil pesos mensuales”. Respondió el de los elefantes: “Te lo agradezco mucho, pero me es imposible aceptar tu proposición”. “¿Por qué?” -preguntó con asombro el hermano. Contestó el otro: “No puedo renunciar al mundo del espectáculo”. Acusado, acosado, acobardado, el débil gobierno de Enrique Peña Nieto se doblegó una vez más, ahora ante el clero. Fracasó la iniciativa presidencial tendiente a dar a las personas de orientación homosexual los mismos derechos en lo relativo al matrimonio que a los heterosexuales. La justicia y la razón sufrieron la embestida de oscuras concepciones que desembocan en intolerancia y discriminación. Frenada aquella encomiable iniciativa, pospuesta indefinidamente, congelada, será difícil que se vuelva a retomar. Así las cosas, México seguirá en una posición de atraso en lo que atañe a los derechos de los homosexuales. Aplaudí con entusiasmo a Peña Nieto cuando envió al Congreso su propuesta; me alegró que se reuniera en Los Pinos con diversos representantes de la comunidad homosexual. Eso, consideré, fue un valeroso acto de justicia, un signo de cambio merecedor de reconocimiento. El hecho de que ahora el régimen recule me decepciona profundamente. Claudicación tan grave indigna y entristece al mismo tiempo. Los argumentos escatológicos -escatológicos en la peor connotación de la palabra- esgrimidos por el máximo jerarca de la Iglesia Católica de México para oponerse a la iniciativa presidencial no sólo atentan contra la verdad y el buen sentido: vulneran también los principios y valores de humanidad en que se basa la práctica del cristianismo. La postura de la Iglesia se impuso sobre la del Estado por causa de un gobierno que, carente de autoridad moral, ha perdido ya toda autoridad. No son necesarias ahora las manifestaciones a que han convocado el arzobispo y sus obispos. El Gobierno se rindió ya; la República quedó vencida. Pudo más el del hisopo que el del hopo. Cierto señor le hizo a su amigo una confidencia perteneciente a su vida íntima: se quejó de que su esposa siempre le pedía que apagara la luz para la celebración del acto conyugal. Le dijo el amigo: “Muchas esposas piden eso”. “Sí -replicó el señor-. Pero la mía después de apagar la luz se esconde”. FIN.
MIRADOR
¿Cómo llegó al Potrero esta peineta?
Es de carey, y tiene inscritas, muy pequeñas, las palabras “Recuerdo de Campeche”.
Me sorprende ver ese objeto de mar en mi montaña. Los hombres que aquí vivieron, lo sé bien, eran aventureros. Pelearon en la guerra del francés; estuvieron en la Revolución. Un tío abuelo fue a dar a Alaska porque le dijeron que ahí abundaba el oro. Otro se contrató de músico en un circo, enamorado de la caballista, y se perdió en el polvo de los pueblos y los años. Del primo Leo -Leonardo, se llamaba- se cuenta que después de una vida disipada ofreció a sus amigos y mujeres una fiesta que duró 10 días con sus noches, y luego ingresó con otro nombre en un convento de franciscos donde murió, anciano, con fama de santidad.
Pero esta peineta ¿quién la trajo? La imagino adornando una melena hecha del sol. Alguna vez, en sueños, me contará su historia; me hablará de recuerdos y de olvidos. Yo guardaré ese sueño en una cajita perfumada que traje de Olinalá. Pasará el tiempo; alguien mirará la cajita y se preguntará: “¿Cómo vino a dar aquí?”.
¡Hasta mañana!
MANGANITAS
“Al amante de la mujer casada se le llama ‘sancho’.”.
Eso lo sé desde cuándo;
ya nadie el dedo se chupa.
Pero algo sí me preocupa:
el pueblo se está ensanchando.
Armando Fuentes
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