CIUDAD DE MÉXICO.- El doctor Wetnose, reputado ginecólogo, examinó cumplidamente a su paciente. Salió y le dijo al marido de la mujer: “No me gustó nada el aspecto de su esposa”. “Bueno, doctor -razonó el tipo-. Lo que le vio usted no es su mejor ángulo”. La señorita Peripalda, catequista, se estaba confesando con el padre Arsilio. “En la noche -relató- me asaltan malos pensamientos y tentaciones de la carne”. Manifestó el buen sacerdote: “Esas son cosas del enemigo malo. Para luchar contra ellas asperja tu lecho con agua de San Ignacio. Así huirán esos mórbidos pensamientos y se alejarán de ti las insanas tentaciones”. “Pero, padre -se preocupó la señorita Peripalda-. ¿Y luego si ya no regresan?”. Tirilita, muchacha adolescente, le dijo a su papá: “Quiero saber algo a propósito del sexo”. Tosió el señor, turbado, y le indicó a la chiquilla: “Habla con tu mamá”. “No -respondió Tirilita-. No quiero saber tanto”. Uno de los muchos regalos que me ha hecho esa impredecible mujer llamada doña Vida es la amistad de Gerardo Dávila Flores, a quien sus amigos conocemos como el Abogado. No lo es, no es licenciado; es ingeniero agrónomo, pero heredó de su señor padre don Neftalí las cualidades de sólido argumentador e imbatible polemista; de ahí el mote. Mi amigo ama a la tierra con entrañable amor, y la hace producir sin lastimarla. Gracias a él no se han perdido variedades frutícolas que en nuestra región habrían desaparecido ya de no ser por sus cuidados. Viverista, ofrece a su clientela dos paquetes de arbolitos. El primero está formado por un manzano, un ciruelo y un duraznero, y se llama “Paquete Fruta”. El otro lo componen un perón y un membrillo, que dan las frutas con que se hace el riquísimo dulce que por acá recibe el nombre de “cajeta”, llamado en otras partes ate. Elaborar esa sabrosura es tarea ardua, fatigosa, por eso al paquete en que van el membrillo y el perón Gerardo lo ha llamado “Paquete Chingues”. Pues bien: a ese misma especie, pa’ que te chingues, pertenece el paquete económico que le tocó presentar al nuevo secretario de Hacienda cuando todavía ni siquiera había calentado su sillón. En efecto, el presupuesto para el próximo año da muy poco y pide mucho. Su carácter restrictivo afectará a todos los mexicanos, y su ímpetu recaudatorio caerá sobre la reducida cifra de contribuyentes cautivos. Menor sería la protesta si nuestras aportaciones se aplicaran al bien comunitario. Lo que nos encalabrina es que los impuestos que pagamos se usan en buena parte para mantener a una infinita ralea de políticos, a una costosísima burocracia electoral y a un número excesivo de partidos, partiditos, partidillos y partidejos que son negocios familiares o personales, empresas lucrativas para beneficio de unos cuantos en perjuicio de muchos. Así es el paquete económico 2017. Pa’ que te chingues. Praxila, joven mujer con gran sentido de la realidad, le dijo a su novio Leovigildo que si quería casarse con ella tendría que juntar primero la suma de 500 mil pesos, cantidad que ella consideraba apenas suficiente para iniciar la vida de casados. Una noche, sin embargo, fueron los dos al romántico paraje llamado el Ensalivadero, al cual acudían las parejitas para entregarse a sus efusiones amorosas. Ahí, a la luz de una Luna coruscante y con acompañamiento de lo que parecía canto de grillitos, pero que en verdad era ruido de zippers que se abrían, Praxila y Leovigildo llegaron no sólo a la tercera base, sino a home. En medio del deliquio final le preguntó ella a él entre jadeos: “¿Cuánto dinero has juntado, mi amor?”. Respondió él acezando también: “300 pesos, vida mía”. “Casémonos entonces -concluyó Praxila-. Ya te falta poco para completar el medio millón”. FIN.
MIRADOR
“Calla.
Tus palabras son jácara ruidosa en mi silencio como de catedral.
No descorras las cortinas, ni abras los postigos de la ventana. Lo mío es la penumbra; me ofenden las estridencias de la luz. El aire del mundo me lastima. Esa humedad que siento, que presiento, de lluvia o de rocío, puede herirme, y aun matarme.
Déjame solo. Así he vivido siempre. He sido y aún soy. Cuando tú ya no seas yo seré. Los tuyos ya se fueron; yo aquí estoy. Vete tú también, solo como yo, con esa soledad tuya que durará menos que la mía”.
Eso me dice -eso creo que me dice- el ropero que está en el cuarto de mi abuelo y de mi padre, donde entro de vez en cuando para entrar en mí. Escucho lo que dice el viejo mueble y obedezco. Salgo y lo dejo solo. Me pregunto quién vendrá después de mí a oír su voz sin voz.
¡Hasta mañana!
MANGANITAS
“Preparan la ceremonia del Grito.”.
Nosotros ya desde cuándo,
con esto de la inflación,
sin hacer preparación
estamos todos gritando.
Armando Fuentes
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