Elon Musk ha conseguido que el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, le encargue “desmantelar” del aparato burocrático del país y recortar “al menos 2 billones de dólares” del presupuesto del Gobierno. Muchos se preguntan si es posible y si su repentina estrecha relación sobrevivirá a sus egos.
“Estoy encantado de anunciar que el gran Elon Musk, junto con el patriota estadounidense Vivek Ramaswamy, liderará el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE en inglés)”, declaró el pasado 12 de noviembre Trump en un comunicado.
A lo que Musk añadió: “esto será una sacudida al sistema y a cualquier implicado en el despilfarro gubernamental, que es un montón de gente”.
El nombramiento de Musk como “zar” a cargo de recortar billones de dólares del gasto público es la culminación de una alianza fraguada entre los dos empresarios en los últimos meses y que ha transformado al hombre más rico del mundo en un fervoroso promotor del trumpismo.
No hace tanto, Musk y Trump ni se podían ver. En julio de 2022, Musk escribió en la red social entonces denominada Twitter: “No odio al hombre pero es el momento de que Trump cuelgue su sombrero y se dirija hacia el ocaso”.
Trump, fiel a su estilo, no tardó en contraatacar: “Elon Musk vino a la Casa Blanca a pedirme ayuda para todos sus muchos proyectos subvencionados, ya sean autos eléctricos que no recorren lo suficiente, autos autónomos que se estrellan o cohetes que no van a ningún sitio. Sin los subsidios no valdría nada”.
Dos años después, Musk se gastó más de 150 millones de dólares en apoyar a Trump en las elecciones presidenciales, apareció junto a él en mítines y tras la victoria del republicano, aparece en todas las fotos (literalmente) y se ha convertido en una especie de vicepresidente no electo en la sombra capaz de influir al futuro 47 presidente del país.
Musk cree que EE.UU. necesita recortar drásticamente el gasto público estadounidense (2 billones de un presupuesto anual de 6,1 billones en 2023) para evitar la “bomba” que representa la deuda de 35,7 billones de dólares que acumula el país.
Eso supone un 30 % del gasto público del Gobierno federal. Más fácil de decir que de hacer.
Según las cifras de la Oficina Federal Presupuestaria, 3,8 billones de dólares de los presupuestos son gastos obligatorios establecidos por la ley: seguridad social, Medicare, Medicaid y otros programas sociales.
Unos 1,7 billones son gastos discrecionales que el Congreso controla anualmente. Gastos como el presupuesto de defensa (874.000 millones de dólares), transporte (137.000 millones de dólares), educación y otros. Y 0,7 billones es el coste anual en intereses de la deuda.
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