CIUDAD DE MÉXICO.- Entremos sin llamar en la oficina de don Algón. Lo que veremos nos dejará patidifusos, turulatos: el salaz ejecutivo se halla tendido en decúbito dorsal, o sea de espaldas, en la alfombra. Sobre él, a escarramanchones, está su linda secretaria Rosibel. ¿Qué significa eso de “a escarramanchones”? Quiere decir a horcajadas, en la posición que los americanos llaman “woman on top” o “cowgirl”. Oigamos ahora lo que con expresión extática le dice don Algón a la bella muchacha: “¡Tenía usted razón, señorita Rosibel! ¡Hay cosas que usted puede hacer y la computadora no!”. Seguramente no pasará mucho tiempo sin que escuchemos al viajar en jet este anuncio: “En el poco probable caso de una pérdida de presión, las mascarillas de oxígeno caerán automáticamente. Tome la más cercana; colóquela sobre nariz y boca, y para activar el flujo de oxígeno simplemente inserte su tarjeta de crédito”. A este pobre señor le dicen “El unicornio”. Su mujer lo hace medio pendejo. “Septiembre, se tiembla”. Así se decía en el siglo 19 al hablar de Veracruz. En ese mes se recrudecían las enfermedades que en el Puerto cobraban tantas vidas. Pienso que Enrique Peña Nieto ha de estar temblando hoy ante la posibilidad de que los fastos septembrinos, especialmente la ceremonia del Grito, sirvan de ocasión para que se muestre el repudio popular que han concitado su persona y su administración. Habrá hoy una manifestación para pedir la renuncia del Presidente. Yo no vivo en la Ciudad de México, pero si allí viviera no participaría en esa marcha. Sé bien que hoy por hoy exigir que renuncie Peña Nieto es lo políticamente correcto. Mas si algo me han enseñado los años es que con frecuencia lo políticamente correcto es muy incorrecto. Ciertamente el presidente actual ha sido uno de los peores que en la época moderna hemos tenido. No obstante esa convicción, que comparto con quienes hoy se manifestarán en contra de Peña, pienso que los males que derivarían de su renuncia serían mayores que los que ha traído consigo su gobierno (o falta de él). No se me escapa que decir esto es peligroso. Corre uno el riesgo de aparecer como defensor del Presidente; tolerante de sus yerros y culpas; propiciador de corrupción e impunidades. Pero creo que las tormentas políticas que causaría su renuncia en este tiempo de ánimos encrespados y confusión política acarrearían mayores daños al país. No predico la resignación ni la prudencia timorata: propugno el apego a la institucionalidad como mal menor que sirva para evitar males más grandes. Hay que capear el temporal, para no provocar otro más violento y de mayor nocividad. Pensar en el bien del país, no en lo políticamente correcto, es lo correcto. La señora le dijo a su comadre: “Me molesta mucho la costumbre que tiene mi marido, de darse la vuelta cuando terminamos de hacer el amor y ponerse a roncar. Voy a decírselo”. “Evítese la molestia, comadrita -le aconsejó la otra-. A mí me hace lo mismo; hablé con él, y fue como hablarle a la pared”. El manager del boxeador Babalucas se quedó estupefacto cuando lo vio en el vestidor minutos antes de la pelea: el púgil lucía una vaporosa prenda femenina de encaje y seda. “¿Qué esto, Kid Babas? -le preguntó asombrado-. ¿Por qué estás vestido así?”. Explicó el tonto roque: “Usted me dijo que iba a entrar en la pelea de fondo”. Dos recién casadas compartieron sus respectivas experiencias en la noche de bodas. Dijo una: “Veremundo manejó todo el día. Cuando llegamos al hotel inmediatamente se tiró en la cama y se durmió al segundo”. Dijo la otra: “Lo mismo le pasó a Leovigildo; pero él se durmió al tercero”. FIN.
MIRADOR
El viajero recuerda cuando caminó camino de Santiago, ciudad hecha de fe. No era la fe lo que lo llevaba ahí. Tenía 20 años, e iba a Compostela tras los pasos de una muchacha de 18.
Ella era incrédula. A su edad había leído a Sartre y a Camus. En cambio el viajero -me da pena decirlo- había leído solamente “Los tres mosqueteros” y “Tartarín de Tarascón”.
Es de noche, y la muchacha y el viajero se disponen a dormir en descampado. Han encendido una hoguera para protegerse del frío, pero luego la dejan morir a fin de ver mejor el Camino de Santiago. (El del cielo, no el de la tierra).
Pregunta él: “¿Crees en Dios?”. Ella responde: “Creo en la vida”. Dice él: “Es lo mismo”. Después ella pregunta: “Y tú ¿crees en la vida?”. Contesta él: “Creo en ti”. Y añade luego: “Es lo mismo”.
Entonces se protegen del frío en otra forma, y el milagro del amor -es decir el milagro de la vida; el milagro de Dios- florece en el Camino de Santiago. (El de la tierra, no el del cielo).
¡Hasta mañana!
MANGANITAS
“Un señor tomó Viagra, y la pastilla se le atoró en la garganta”.
A consecuencia de aquello,
según ayer me enteré,
todavía es fecha que
no puede doblar el cuello.
Armando Fuentes
Sé el primero en comentar