El desarrollo de parques, hoteles y viviendas en Quintana Roo –sin olvidar la actividad minera en manos de Calizas Industriales del Carmen (CALICA)–, especialmente en la zona norte del estado, han hecho que los programas de Desarrollo Urbano (PDU), de Ordenamiento Ecológico Local (POEL) y las Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) se conviertan en herramientas de cuota para los tres niveles de gobierno.
Las consultorías también juegan un papel importante para la paulatina destrucción del ecosistema al ayudar a que los desarrolladores no cumplan cabalmente con las leyes ambientales. Exempleados de gobierno, de Semarnat, Profepa, Conanp y de hasta organizaciones ambientalistas han encontrado en las consultorías una mina de oro al conocer las lagunas de las leyes para que los inversionistas –ávidos de que sus planes se apruebe rápidamente– logren aterrizar proyectos descomunales en tierras quintanarroenses, donde el dinero y las engañosas estrategias de propaganda gubernamental a favor del turismo prevalecen sobre la cordura.
En cada administración la simulación reaparece como una obra de teatro cuya interpretación únicamente varía por los nuevos actores, algunos menos profesionales y talentosos que otros, pero dignos de un premio al cinismo y al melodrama mal llevado. Cada año vuelven los comités que reúnen y convocan a medio mundo para que, al final, no se logre nada y se aventure a decir que “es un primer paso” y “todo es mejorable”. Simulación cíclica, desvergonzada que los periodistas hemos seguido con desasosiego y hartazgo.
Cambian los titulares de Desarrollo Urbano, de Medio Ambiente, llegan colegiados muy bien vestidos y algunos ambientalistas con una supuesta vocación y cuyas organizaciones son parte el rosto bueno de empresas ecocidas –como un DIF de cada gobierno–, algunas hasta aplauden el esfuerzo de la autoridad por hacer su trabajo, es decir, convocar y hacer iniciativas de ley que, simplemente, se quedan en el limbo, en la intentona, en una llamarada que se apaga con el tiempo y reuniones desgastantes donde los titulares de áreas con poder de decisión no asisten o mandan a representantes para calentar la silla.
“Vengo llegando y me estoy empapando de todos los temas”. “Eso lo vamos a revisar”. “No tenemos reportes ni denuncias oficiales”. “No tenemos información del video donde se ve maquinaria en corredores biológicos de animales en peligro de extinción”. “Eso no nos corresponde, es de ámbito federal”. “Necesitamos documentación para atraer el tema al Congreso”. “No hay personal”. “No hay recursos”. Frases hechas, frases con poca imaginación que usan los funcionarios que piden paciencia para calentar motores y arrancar rumbo al cambio prometido.
Hay personas verdaderamente preocupadas por la conservación en Quintana Roo. También científicos-activistas, y muchos anónimos o personas de bajo perfil que buscan mostrar las situaciones críticas y también los buenos ejemplos, a pesar de lidiar con burócratas de caricatura y empresarios con aureola por generar empleos para un estado que presume inversiones a cambio del ecosistema.
En las redes sociales vi tres videos de un amigo –parte de su trabajo de fototrampeo en la selva, a unos kilómetros del centro de Playa del Carmen–, y se ve claramente, con la misma cámara cómo una maquinaria pasa por el mismo lugar, pero en días diferentes, donde se capta a un felino. El autor del video cita: “Futuro incierto para los grandes felinos en la ‘Zona de guerra’ entre cazadores y máquinas que se abren paso entre lo que aún queda de selva”.
¿Hasta cuándo la simulación dejará de ganar terreno en Quintana Roo? Foros, comités, reuniones, ¿para qué?, ¿hasta cuándo?
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