COZUMEL, Q. ROO.- Desde el 2011, las costas de Cozumel sufren devastación, no sólo por la erosión natural, sino por el robo de arena, ocurrido principalmente en la parte de Mezcalitos hacia el norte de la isla.
Antes de tomar protesta como gobernador de Quintana Roo, el 5 de abril de 2011, Roberto Borge Angulo (2011-2016) ordenó extraer arena de la playa “Ixpalbarco”, parte de la reserva ecológica de la Isla, para llevarla a una playa particular, que resultó ser de su propiedad, en el complejo viviendístico “Punta Francesa”, mismo que hoy está en litigio, por las denuncias que tiene por el uso indebido de la función pública.
En junio de ese mismo año, se supo que elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) extrajeron arena de manera irregular para usarla en la casa de descanso del entonces presidente, Felipe Calderón Hinojosa. Dicha denuncia por la extracción ilegal de arena de playa fue hecha por Guadalupe Álvarez Chulim, presidenta del grupo ambientalista Cielo, Tierra y Mar (Citymar) ante la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa).
De acuerdo con información periodística, la arena habría sido excavada por una empresa privada usando un camión de volteo del Ejército cerca de la playa Coconuts. Posteriormente, la arena habría sido llevada a Casa Maya, como se conoce la casa de descanso presidencial.
Devastan dunas en la zona norte
Con la complacencia de las autoridades medioambientales, federal, estatal y municipal, zonas en Cancún, Isla Mujeres, Playa del Carmen, Tulum y Cozumel, ven cómo desaparecen las dunas, porque se roban miles de toneladas de arena anualmente, socavan áreas costeras vírgenes del estado para rellenar playas privadas, de hoteles de la zona hotelera de Cancún donde sus playas sufrieron desequilibrio a raíz del huracán Wilma (2005) o para la construcción de nuevos desarrollos.
Un informe de la Organización International “Union of Geological Sciences”, señala que el tráfico mundial de este material ronda en los 18 mil millones de toneladas, cantidad por encima del petróleo, cuyo consumo se queda aproximadamente en 3 mil 400 millones de toneladas. La arena se ha hecho imprescindible en la actividad industrial. Desde la construcción hasta el sector tecnológico.
En Quintana Roo, especialmente en la zona norte es conocido y denunciado el robo y contrabando de arena de mar en Isla Blanca, en la zona continental de Isla Mujeres y en Cozumel, principalmente, pero no se hace nada para impedirlo.
Residentes de la isla señalan que un club de playa es señalado por tener arena de la duna robada, aunque por ser influyente la información fluye a cuenta gotas, y aparentemente la otra parte se habría quedado en algún rancho.
La arena es sacada en costales, a veces un par, pero en otras ocasiones hasta en volquetes o en camionetas particulares, sin que nadie de Seguridad Pública vea algo, o los de la Zona Federal Marítimo Terrestre (Zofemat) se enteren, pese a tener presencia en Mezcalitos. Lo más grave es que, desde hace siete años, ninguno de los trabajadores de Ecología sabe algo, el Ayuntamiento no tiene documentado el daño ecológico que se le hace a las dunas de las costas del municipio.
Daño irreversible
Las consecuencias medioambientales son irreversibles: destrucción de los hábitats de aves migratorias como el charrán mínimo, aunado a la degradación de los fondos marinos, incremento de materiales en suspensión, aumento de la erosión; sin embargo, lo que más se afecta es la anidación de las especies de tortuga verde (chelonia mydas) y caguama (caretta caretta), ambas especies se encuentran en peligro de extinción y están protegidas por la NOM-059-Semarnat-2010. Se advierte que el robo, la venta o consumo de productos de estas u otras especies de tortuga marina son considerados delitos ambientales de carácter federal y se sanciona con mínimo 12 años de prisión.
“Todos estos cambios ambientales ponen en riesgo los ecosistemas en los ríos, deltas y zonas costeras, de ahí que haya una gran variedad de especies amenazadas, desde pequeños crustáceos hasta delfines o cocodrilos”, explica la bióloga Rebeca León Castro.
“No somos conscientes del efecto cascada que esta degradación tiene en nuestro bienestar”, advierte, ya que la sobreexplotación de arena se ha asociado con un aumento de inundaciones, vulnerabilidad frente a tormentas o a la proliferación de enfermedades infecciosas. También puede expulsar a la flora y la fauna endémica.
Los gobiernos y líderes políticos deben aumentar su conciencia sobre el tema y buscar alternativas al uso de arena, y urge hacerlo rápido, porque el tiempo corre en contra, remata la bióloga.
Sé el primero en comentar