El Museo de Arte Socialista de Bulgaria es en sí mismo un mensaje: el comunismo donde debe estar, entre las paredes y los jardines de un museo
SOFÍA, BULGARIA.- El llamado arte “realismo socialista” de la República de Bulgaria (1944-1989) se puede observar en un museo que abrió sus puertas en 2011, en Sofía, pese a la controversia que significa exhibir piezas del comunismo, cuyas huellas de un régimen totalitario –que cayó en las sombras hace 45 años– aún causan escozor en una sociedad dividida por la nostalgia partidaria y la oposición recalcitrante.
Muchos búlgaros desconocen la ubicación del museo, o simulan que no existe, aunque encontrarlo es fácil porque se promueve en los folletos turísticos como un atractivo más.
Las joyas –por así decirlo, ya que engrandecer a personajes del régimen como educadores, camaradas bondadosos y supremos, dista de la libertad creativa anhelada de un artista– son un recuerdo del totalitarismo, en tiempos donde una ostentosa estatua de Lenin se elevaba en el corazón de Sofía como padre único del pueblo. (Desde el 2001, en ese mismo lugar, se advierte el monumento de Santa Sofía).
En septiembre de 2011, el primer ministro Boiko Borisov, la alcaldesa Yordanka Fandakova, así como un séquito de funcionarios, inauguraron el Museo de Arte Socialista, un anexo de la Galería de Arte Nacional de Sofía. El mensaje, el comunismo donde debe estar, entre las paredes y los jardines de un museo.
Al llegar al Museo de Arte Socialista, en la calle Lachezar Stanchev, a unos metros de la estación del metro Joliot-Curie, se vislumbra la estrella roja de cinco puntas, símbolo de la socialista que se alzaba sobre la Casa del Partido de Bulgaria en tiempos de gloria, para después dejar ver un jardín con esculturas de varios artistas –muchos anónimos o simplemente desconocidos porque el Estado jamás reveló sus nombres– que idealizaron a Lenin, Dimitrov, Dimitar Blagoev, Todor Zhivkov, y hasta al Che Guevara, así como al pueblo y a sus trabajadores. También hay esculturas que muestran a las víctimas del fascismo, crudas y desoladoras. La colocación de las piezas genera una sensación de enclaustramiento y pesadumbre.
Alrededor de 85 piezas, entre esculturas, cuadros y revistas de propaganda están reunidas en el pequeño museo, uno de los más recientes en un país exsocialista que visiblemente experimenta los embates del capitalismo: una fotografía diaria en Sofía es ver ancianos mendigando y alcohólicos deambulando por las calles más céntricas.
Controversial, único, con piezas con poco o mucho valor artístico, no importa, el Museo de Arte Socialista es un túnel del tiempo al pasado reciente de uno de los países más corruptos de Europa y con una desigualdad muy marcada en su sociedad.
Al inicio del recorrido, en la entrada donde se compran los boletos (3 euros por persona, o 6 lev), se puede ver un documental en donde se ven imágenes peculiares del régimen totalitario. Un recorrido obligado al pasado para entender las diferencias en Europa, los excesos del socialismo y la decadencia del capitalismo.
Fotos: Carlos Underwood
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