El partido republicano, con Trump a la cabeza, se anticipa e inculpa oposición por inventar rumores e incluir nombres de fallecidos en las listas
WASHINGTON, EU.- El candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, prepara el terreno para su posible derrota en las elecciones presidenciales del 8 de noviembre al rechazar desde ahora los resultados.
La jugada podría sumir al país en una crisis sin precedentes de falta de fe en el Gobierno, de acuerdo con un artículo de Politico.com.
Republicanos y demócratas en Washington y más allá, temen que la desconfianza en la elección presidencial cree una infección en la ya profunda herida que la campaña ha dejado en Estados Unidos.
Los políticos de ambos partidos creen, además, que únicamente los líderes republicanos que alcen la voz contra las denuncias de que la elección está amañada pueden detener la especulación.
“Perdí un gran número de votos femeninos por cosas inventadas (las denuncias de asalto sexual)? ¡Eso nunca pasó, los medios están amañando la elección!”
“Las encuestas están cerradas, pero ¿pueden creer que perdí un gran número de votos femeninos por cosas inventadas (las denuncias de asalto sexual)? ¡Eso nunca pasó, los medios están amañando la elección!”, acusó ayer Trump desde su cuenta de Twitter, en referencia a las últimas encuestas, que amplían la ventaja de su rival demócrata, Hillary Clinton, sobre él.
Sus simpatizantes, además, elevaron la retórica al acusar a los demócratas de cometer un fraude sistemático en algunas de las ciudades más grandes de Estados Unidos.
“Dejan los nombres de las personas muertas en las listas, y luego le pagan a la gente para que vote en nombre de esas personas muertas unas cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve veces”, acusó el ex Alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani en CNN.
Giuliani y el ex presidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich señalaron Filadelfia como el semillero del presunto engaño.
“Sugerir que no hay robo en Filadelfia es negar la realidad”, dijo Gingrich a ABC. Preguntado sobre si los republicanos también hacían trampa en la elección, el político dijo que ese raramente era el caso.
“Los republicanos no controlan las ciudades al interior del país como los demócratas”, aseguró. Los afroamericanos y otras minorías conforman la mayor parte de la población de esas ciudades.
Pese a las acusaciones, los defensores de los derechos del voto -y un número cada vez mayor de jueces federales- han dicho que no hay evidencia de que la suplantación del voto sea un problema generalizado en Estados Unidos.
Al presidente Barack Obama, la misma Clinton y sus principales colaboradores, junto con los líderes del Congreso, les preocupa la actitud de Trump previa a la elección.
Les preocupa, sobre todo, cómo los seguidores más acérrimos de Trump actúen el día de los comicios, con, por ejemplo, ataques contra musulmanes, latinos o cualquiera de los muchos grupos que ha atacado el republicano.
“La gente hace cosas peligrosas cuando líderes peligrosos fomentan un profundo resentimiento”, opinó el congresista Steve Israel.
Inclusive después de la elección, muchos demócratas y republicanos temen que Trump podría seguir apareciendo en mítines.
Es casi seguro que mantendrá sus constantes acusaciones de que la elección fue fraudulenta tanto en Twitter como en entrevistas amigables, inyectando una toxicidad al proceso que, hasta el momento, pocos en su partido han rechazado explícitamente.
Preguntado ayer en mi mitin en New Hampshire sobre si podría haber una rebelión armada si Clinton gana, el vicegobernador de Carolina del Sur, Henry McMaster, en un primer momento consideró que eso era muy poco probable.
“Va a haber una rebelión, sí. Todos están cansados del sistema”, dijo, en tanto, Fred Steadman, un hombre de 57 años semirretirado en un rally pro Trump en Nueva Jersey, convencido de que la elección está amañada.
Si Clinton gana, la mayoría concuerda en que la carga inmediata caerá sobre los líderes republicanos -particularmente sobre el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, y el del Senado, Mitch McConnell, para defender de manera verbal y oportuna la legitimidad de la elección.
“Lo que esto sería es un asalto contra los cimientos de las tradiciones de larga data del país, un asalto a la democracia, vandalizándola”, advirtió Steve Schmidt, un estratega republicano que dirigió la campaña presidencial de John McCain en 2008.
“Si nunca acepta su derrota, se convertirá en el peor de los malos perdedores. Si Donald Trump pelea el resultado, hará que muchos de sus seguidores, es decir, millones de personas, cuestionen la legitimidad de nuestro Gobierno. Eso es destructivo y corrosivo”, dijo Ari Fleischer, quien trabajó para George W. Bush en su campaña presidencial del año 2000.
Foto: Agencia Reforma
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