CIUDAD DE MÉXICO.- Termina un año especialmente tormentoso, intenso e inolvidable, en el más amplio sentido de la palabra. Un año que sacudió a México y al mundo con sucesos insospechados, sacudidas noticiosas, políticas y sociales de gran envergadura cuyos efectos y repercusiones apenas pueden imaginarse y que iremos viendo, en sus verdaderas dimensiones, sólo con el transcurrir de los próximos años.
El suceso político de más alto impacto global fue, sin duda, el triunfo de Donald Trump. La conmoción que causó su victoria cimbró, de lado a lado, al planeta entero. Nunca antes, una elección presidencial en Estados Unidos robó el aliento de la forma en que ocurrió en este 2016. El perfil proteccionista, xenófobo y narcisista del próximo presidente de Estados Unidos ha abierto la puerta a todo tipo de interrogantes y preocupaciones.
Para nuestro país el panorama es especialmente incierto. México pinta para ser uno de los principales damnificados de esa victoria inesperada. Sin embargo, no hay manera de adivinar el tipo de situaciones que podrán presentarse con un personaje tan impredecible y de opiniones cambiantes como Donald Trump.
Difícil adivinar, realmente, el tipo de cosas que puedan ocurrir con alguien que, un día -por citar un caso- puede acusar a Carlos Slim de financiar la campaña de Hillary Clinton y de estar detrás de un complot mediático en su contra y, semanas después, como presidente electo, sentarse a cenar con el magnate mexicano y decir que Slim es “un hombre maravilloso”.
No hay duda de que Donald Trump no tiene ningún problema en cambiar de opinión; recomponer las cosas y girar la tuerca del lado que mejor convenga. En ese pragmatismo puro, invitó o aceptó la propuesta de invitar -no queda claro- a cenar en su casa de Mar-a-Lago, en Palm Beach, a uno de los hombres más ricos del mundo, principal accionista del NYT y empresario con amplios intereses en América Latina, Estados Unidos y otras partes del mundo.
Interesante ver que Donald Trump prefirió sentarse, primero, con el empresario Slim que establecer un encuentro con el mandatario mexicano. Tal vez se sintió más cómodo hablando de magnate a magnate que buscar, o aceptar una cita, para hablar con Enrique Peña Nieto. ¿Le pareció más importante hablar con Slim que con el presidente mexicano?
Se da por sentado que una reunión entre Trump y Peña Nieto ocurrirá en algún momento, necesariamente, por razones políticas, diplomáticas y comerciales. Por lo pronto, el primer encuentro de alto nivel entre Donald Trump y un mexicano no ocurrió, como antaño, entre mandatarios de los dos países.
El estilo personal de gobernar, como diría Cosío Villegas, de Donald Trump empieza a perfilarse con cosas como ésta o cuando toma, sin más, una llamada telefónica de la presidenta de Taiwán, creando de inmediato una crisis política con el gigante asiático. Protocolos, cortesías políticas o diplomáticas parecen tenerle sin cuidado.
Los bandazos también son lo suyo: es capaz de decir, por ejemplo, que prohibirá temporalmente la entrada de todos los musulmanes a territorio estadounidense, para después retirar el tema -en la parte final de la contienda- y regresar al punto de origen, hace unos días, al contestar a un periodista que preguntó si estaría dispuesto a volver a considerar su postura de prohibición total a los musulmanes, a raíz del atentado en Berlín. “Usted conoce mis planes”, contestó. ¿De verdad, alguien puede saber cuáles son sus planes en ese y los demás temas? ¿Lo sabrá él mismo?
Trump es y seguirá siendo una caja de sorpresas. Lo iremos viendo como presidente de Estados Unidos a partir del próximo 20 de enero.
2016 nos sacudió también de otras maneras. El Brexit, la apertura cubana, la caída de Dilma, la paz en Colombia y la crisis profunda en Venezuela, son algunos de los grandes capítulos de este año que acaba.
A reserva de lo que nos depare el último tramo de este 2016 -que parece no tener fin-, es tiempo de mantener la esperanza, aunque nos suene a lugar común.
México termina el año de luto por la tragedia de Tultepec, por la violencia, la corrupción y la impunidad. Que 2017 sea el año en el que México recupere su fuerza, su dignidad y sus ganas de cambiar. Felices fiestas.
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