CULIACÁN, SINALOA.- La narcoviolencia ha vuelto a asesinar a un periodista en México. Javier Valdez, periodista de Ríodoce, uno de los reporteros que más y mejor ha contado la violencia del narcotráfico en Sinaloa, ha sido asesinado este lunes a plena luz del día en Culiacán, la capital del Estado, después de que unos hombres interceptaran su vehículo, según las primeras versiones recogidas por el semanario en el que trabajaba. Valdez es el sexto periodista asesinado en lo que va de año en México, más de la mitad ya que el año pasado, que batió récords con 11 ejecuciones. Desde 2000, han muerto más de 100.
“El periodista de Ríodoce, Javier Valdez Cárdenas, fue asesinado hace unos momentos por la calle Vicente Riva Palacio, entre Ramón F. Iturbe y Epitacio Osuna, de la Colonia Jorge Almada”, afirmaba la escueta nota con la que Ríodoce confirmaba la muerte de su reportero. “De acuerdo a los primeros datos, el también autor de la columna Mala Yerba, conducía un Corolla rojo de modelo reciente, por dicha vialidad, cuando sujetos lo interceptaron y le dispararon”, añade el texto.
El golpe para el periodismo, para la sociedad mexicana, es terrible, más aún ante la clamorosa impunidad instalada y el silencio de las instituciones. No ha habido ningún detenido por los seis asesinatos de periodistas este año. El presidente, Enrique Peña Nieto, condenó el atentado contra Valdez. La reacción a las cinco muertes previas a la de Valdez había sido hasta ahora la designación de un fiscal de delitos contra la libertad de expresión, una medida cuando menos irrisoria si se tiene en cuenta la magnitud de la tragedia.
Reitero nuestro compromiso con la libertad de expresión y prensa, fundamentales para nuestra democracia.
— Enrique Peña Nieto (@EPN) 15 de mayo de 2017
Javier Valdez era una eminencia, el gran cronista del narcotráfico en Sinaloa, uno de los periodistas más respetados en México a la hora de hablar del crimen organizado. Su libro Narco Periodismo. La prensa en medio del crimen y la denuncia aborda el trabajo de los reporteros que no se callan en medio de la narcoviolencia. Después de que Miroslava Breach, corresponsal de La Jornada en Chihuahua, recibiese, a finales de marzo, ocho disparos al salir de su casa, Valdez escribió en su cuenta de Twitter: “A Miroslava la mataron por lengua larga. Que nos maten a todos, si esa es la condena de muerte por reportear este infierno. No al silencio”.
Era recurrente que los periodistas que viajaban a Sinaloa o escribiesen sobre la cuna del cártel de El Chapo acudiesen a Valdez para conocer su visión. Hace apenas dos semanas, cuando detuvieron a Dámaso López, El Licenciado, uno de los sucesores de El Chapo, una reportera de este diario preguntó a Valdez por su opinión sobre cómo quedaba la estructura del cartel, pero este pidió no responder. “Disculpa, agradezco tu interés, pero por razones de seguridad no puedo dar declaraciones, se puso cabrona la situación”, escribió en un mensaje.
La violencia se ha vuelto a ensañar con Sinaloa después de la extradición a Estados Unidos a principios del año del líder del cartel, el narcotraficante, Joaquín El Chapo Guzmán. En los cuatro primeros meses de 2017 se habían registrado 492 homicidios, una cifra que analistas de la zona ya dan por duplicada. El aumento de la violencia ha ido acompañado con un recrudecimiento de las formas en que se mata. Hace un mes, cuando el narco arrojó desde una avioneta un cuerpo en Sinaloa, Javier Valdez analizaba en este periódico el aumento de la sinrazón del crimen organizado. El periodista consideraba que la escalada de violencia ha alcanzado niveles similares a los de 2008, cuando los Beltrán Leyva, la familia de Guzmán y El Mayo Zambada, se disputaban el poder. “Tenemos una generación más violenta de narcos. Ya no basta con matar, hay que mostrar el cuerpo”, aseguraba Valdez, que lamentaba también cómo la atmósfera en Sinaloa era diferente: “Todo es confuso, la paranoia, el no salir de casa, la ausencia de autoridad por complicidad u omisión… La única diferencia es que ahora la violencia se ha desplazado a las zonas rurales de Culiacán, no a la propia ciudad como entonces, cuando se convirtió en una morgue”, aseguraba
Fundador del semanario Ríodoce, corresponsal del diario La Jornada, Valdez fue autor de varios libros sobre narcotráfico, como Miss Narco, Huérfanos del narco o Malayerba, nombre también de su columna en el semanario, la última de las cuales tuiteó la misma mañana de su asesinato. En 2011, el Comité para la Protección de Periodistas le otorgó el Premio Internacional de la Libertad de Prensa por su trabajo. El discurso que leyó retumba hoy con más fuerza: “En Culiacán, Sinaloa, es un peligro estar vivo y hacer periodismo es caminar sobre una invisible línea marcada por los malos que están en el narcotráfico y en el Gobierno (..) Uno debe cuidarse de todo y de todos”. (Fuente: El País).
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