SÍDNEY, ASUTRALIA.- Los habitantes de Sídney, la ciudad más cosmopolita y despreocupada del Pacífico Sur, han descubierto el infierno. De manera brutal, desde agosto han ardido cinco millones de hectáreas de Nueva Gales del Sur y Queensland, entre otras regiones. En promedio, este territorio ha sido golpeado por entre 75 y 150 incendios simultáneos.
Para darle una dimensión a la catástrofe australiana, el fuego de este año en el Amazonas consumió 900 mil hectáreas.
Ahora la situación en Australia ha cambiado: lo que solía ser una pesadilla que concernía a los granjeros, entre otros residentes de las zonas rurales, ya es un problema para los citadinos, que deben preocuparse por la invasión tóxica de humo y ceniza. Incluso, existe el peligro de que algunas zonas residenciales sean alcanzadas por las llamas.
Sin embargo, en la televisión australiana algunos comentaristas de tendencia conservadora intentaron minimizar la emergencia. No se trataba, dijeron, de la peor ola de incendios forestales sufridos en el país y recordaron que en 1974 el fuego devoró 3.5 millones de hectáreas en Nueva Gales del Sur. Explicaron que aquello ocurrió en las zonas remotas del estado, con afectación menor para las personas y que el incidente fue producido por un incremento de la lluvia en la temporada previa, lo que generó un exceso de hierba, es decir, de combustible.
Pero ahora sucede lo contrario: este año cayó menos lluvia que nunca desde que hay registro, las altas temperaturas tuvieron cifras récord y lo que se consume principalmente es madera; la hierba es secundaria. La marca de 3.5 millones de hectáreas consumidas ya fue superada.
Además, a cuatro meses de incendios lo más probable es que lo peor está por llegar. En el hemisferio sur el verano apenas está comenzando y se pronostica todavía más calor, más sequedad y vientos fuertes. Faltan, al menos, tres meses más de infierno.
De acuerdo con expertos, en las próximas décadas el termómetro subirá aún más y los australianos tendrán que enfrentar condiciones mucho más hostiles.
Lo peor: el gobierno conservador del primer ministro Scott Morrison pertenece al bando de los negacionistas del calentamiento global. En la Cumbre del Clima que recién terminó en fracaso en Madrid, España, Australia fue uno de los países que impidió que se tomaran medidas para enfrentar la crisis ambiental mundial.
Magnitud de la catástrofe
¿Pero qué tanto son cinco millones de hectáreas siniestradas? La edición australiana del diario The Guardian diseñó en su sitio web un cuadrado que representa la superficie quemada y que puede contrastarse sobre un mapa de cualquier parte del mundo.
Si ese cuadrado se sobrepone sobre el centro de México se aprecia que la extensión siniestrada en Australia cubre todo el Valle de México, alcanzando territorios de Querétaro, Hidalgo, Tlaxcala, Puebla, Morelos y del Estado de México.
La quinta parte de una de las reservas naturales de Australia, la de las Montañas Azules, también ha sido destruida. Se teme que una cuarta parte de las especies de eucaliptos esté ahora en peligro de extinción.
Con su hábitat han muerto al menos mil osos koala. Entre las imágenes más difundidas de la tragedia están las de los pequeños marsupiales que no pueden volar ni nadar y que son sumamente lentos, instintivamente escapan de las llamas subiendo a las copas de los árboles, pero terminan carbonizados o sobreviven con dolorosas heridas. Las autoridades locales reportan llamas de hasta 70 metros de altura.
Si bien los científicos han aclarado que los koalas no son una especie “funcionalmente extinta”, como se ha dicho en redes sociales, sí la consideran “vulnerable”, apenas un escalón arriba del peligro de extinción. Aunque los eucaliptos resisten muy bien el fuego y sus ramas más altas no se queman, la inusual mortandad de koalas es una señal más de que la situación australiana ha escapado de la normalidad.
La magnitud de los incendios forestales en Australia también puede valorarse por los comunicados del Servicio Rural de Incendios de Nueva Gales del Sur. El domingo 15 emitió una alerta: “Es demasiado tarde para marcharse. Busquen albergues mientras el fuego se acerca. Protéjanse del calor del fuego”.
Con la extrema resequedad del terreno, el calor y el viento, nuevos fuegos surgen y se desarrollan en poco tiempo. Así, las llamas de pronto golpean con fuerza donde parecía tranquilo. Son impredecibles. “Muchas áreas del estado están bajo riesgo de incendio muy alto, discutan con su familia lo que harán si el fuego amenaza”, dice una de las advertencias.
De acuerdo con las autoridades locales, la temporada de incendios que comenzó en agosto ha dejado un saldo de nueve personas muertas, una desaparecida y poco más de tres mil casas y construcciones siniestradas.
El mismo domingo 15, en Perth, capital de Australia Occidental, a cinco horas en avión desde Sídney, las autoridades locales y los voluntarios evitaron que los incendios que ya habían devorado 12 mil hectáreas alcanzaran el norte de la ciudad. No obstante, las autoridades mantenían la emergencia y trataban de proteger unos seis mil hogares expuestos. “Si miran hasta dónde ha avanzado el fuego, es absolutamente asombroso que sólo hayamos perdido una casa”, dijo a la prensa Fran Logan, ministro estata
Catástrofe en Australia
Los incendios han arrasado con 5 millones de hectáreas; en el hemisferio sur el verano apenas está comenzando y se pronostica todavía más calor, más sequedad y vientos fuertes
Los habitantes de Sídney, la ciudad más cosmopolita y despreocupada del Pacífico Sur, han descubierto el infierno. De manera brutal, desde agosto han ardido cinco millones de hectáreas de Nueva Gales del Sur y Queensland, entre otras regiones. En promedio, este territorio ha sido golpeado por entre 75 y 150 incendios simultáneos.
Para darle una dimensión a la catástrofe australiana, el fuego de este año en el Amazonas consumió 900 mil hectáreas.
Ahora la situación en Australia ha cambiado: lo que solía ser una pesadilla que concernía a los granjeros, entre otros residentes de las zonas rurales, ya es un problema para los citadinos, que deben preocuparse por la invasión tóxica de humo y ceniza. Incluso, existe el peligro de que algunas zonas residenciales sean alcanzadas por las llamas.
Sin embargo, en la televisión australiana algunos comentaristas de tendencia conservadora intentaron minimizar la emergencia. No se trataba, dijeron, de la peor ola de incendios forestales sufridos en el país y recordaron que en 1974 el fuego devoró 3.5 millones de hectáreas en Nueva Gales del Sur. Explicaron que aquello ocurrió en las zonas remotas del estado, con afectación menor para las personas y que el incidente fue producido por un incremento de la lluvia en la temporada previa, lo que generó un exceso de hierba, es decir, de combustible.
Pero ahora sucede lo contrario: este año cayó menos lluvia que nunca desde que hay registro, las altas temperaturas tuvieron cifras récord y lo que se consume principalmente es madera; la hierba es secundaria. La marca de 3.5 millones de hectáreas consumidas ya fue superada.
Además, a cuatro meses de incendios lo más probable es que lo peor está por llegar. En el hemisferio sur el verano apenas está comenzando y se pronostica todavía más calor, más sequedad y vientos fuertes. Faltan, al menos, tres meses más de infierno.
De acuerdo con expertos, en las próximas décadas el termómetro subirá aún más y los australianos tendrán que enfrentar condiciones mucho más hostiles.
Lo peor: el gobierno conservador del primer ministro Scott Morrison pertenece al bando de los negacionistas del calentamiento global. En la Cumbre del Clima que recién terminó en fracaso en Madrid, España, Australia fue uno de los países que impidió que se tomaran medidas para enfrentar la crisis ambiental mundial.
Magnitud de la catástrofe
¿Pero qué tanto son cinco millones de hectáreas siniestradas? La edición australiana del diario The Guardian diseñó en su sitio web un cuadrado que representa la superficie quemada y que puede contrastarse sobre un mapa de cualquier parte del mundo.
Si ese cuadrado se sobrepone sobre el centro de México se aprecia que la extensión siniestrada en Australia cubre todo el Valle de México, alcanzando territorios de Querétaro, Hidalgo, Tlaxcala, Puebla, Morelos y del Estado de México.
La quinta parte de una de las reservas naturales de Australia, la de las Montañas Azules, también ha sido destruida. Se teme que una cuarta parte de las especies de eucaliptos esté ahora en peligro de extinción.
Con su hábitat han muerto al menos mil osos koala. Entre las imágenes más difundidas de la tragedia están las de los pequeños marsupiales que no pueden volar ni nadar y que son sumamente lentos, instintivamente escapan de las llamas subiendo a las copas de los árboles, pero terminan carbonizados o sobreviven con dolorosas heridas. Las autoridades locales reportan llamas de hasta 70 metros de altura.
Si bien los científicos han aclarado que los koalas no son una especie “funcionalmente extinta”, como se ha dicho en redes sociales, sí la consideran “vulnerable”, apenas un escalón arriba del peligro de extinción. Aunque los eucaliptos resisten muy bien el fuego y sus ramas más altas no se queman, la inusual mortandad de koalas es una señal más de que la situación australiana ha escapado de la normalidad.
La magnitud de los incendios forestales en Australia también puede valorarse por los comunicados del Servicio Rural de Incendios de Nueva Gales del Sur. El domingo 15 emitió una alerta: “Es demasiado tarde para marcharse. Busquen albergues mientras el fuego se acerca. Protéjanse del calor del fuego”.
Con la extrema resequedad del terreno, el calor y el viento, nuevos fuegos surgen y se desarrollan en poco tiempo. Así, las llamas de pronto golpean con fuerza donde parecía tranquilo. Son impredecibles. “Muchas áreas del estado están bajo riesgo de incendio muy alto, discutan con su familia lo que harán si el fuego amenaza”, dice una de las advertencias.
De acuerdo con las autoridades locales, la temporada de incendios que comenzó en agosto ha dejado un saldo de nueve personas muertas, una desaparecida y poco más de tres mil casas y construcciones siniestradas.
El mismo domingo 15, en Perth, capital de Australia Occidental, a cinco horas en avión desde Sídney, las autoridades locales y los voluntarios evitaron que los incendios que ya habían devorado 12 mil hectáreas alcanzaran el norte de la ciudad. No obstante, las autoridades mantenían la emergencia y trataban de proteger unos seis mil hogares expuestos. “Si miran hasta dónde ha avanzado el fuego, es absolutamente asombroso que sólo hayamos perdido una casa”, dijo a la prensa Fran Logan, ministro estatal de emergencias.
En un país con 24 millones de habitantes la baja densidad demográfica hace imposible cubrir todo el territorio con empleados permanentes. El Servicio Rural de Incendios se apoya primordialmente en los voluntarios, gente de cada región que sabe que cuidar el bosque es proteger su hogar, literalmente.
Sin embargo, la emergencia se prolonga sin que los voluntarios puedan descansar; peor todavía, durante meses han descuidado sus trabajos y no reciben apoyos económicos del gobierno. Además, los habitantes que ayudan contra los incendios con frecuencia resultan heridos, como los dos hombres y una mujer que el jueves 19 sufrieron quemaduras en la cara y vías respiratorias, en el sur de Sídney.
l de emergencias.
En un país con 24 millones de habitantes la baja densidad demográfica hace imposible cubrir todo el territorio con empleados permanentes. El Servicio Rural de Incendios se apoya primordialmente en los voluntarios, gente de cada región que sabe que cuidar el bosque es proteger su hogar, literalmente.
Sin embargo, la emergencia se prolonga sin que los voluntarios puedan descansar; peor todavía, durante meses han descuidado sus trabajos y no reciben apoyos económicos del gobierno. Además, los habitantes que ayudan contra los incendios con frecuencia resultan heridos, como los dos hombres y una mujer que el jueves 19 sufrieron quemaduras en la cara y vías respiratorias, en el sur de Sídney.
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