Las superfulguraciones o supererupciones son explosiones masivas en la superficie de una estrella. Estos eventos ocurren cuando las estrellas, por razones que los científicos aún no comprenden, expulsan enormes ráfagas de energía que pueden observarse a cientos de años luz de distancia. Los astrónomos las descubrieron por primera vez gracias alTelescopio Espacial Kepler, el cual lanzado en 2009, nació con una finalidad muy distinta, la de buscar planetas que giran alrededor de estrellas alejadas de la Tierra. Fue durante esa búsqueda que encontraron que algo raro tenía lugar en estas estrellas: a la vez que liberaban grandes cantidades de energía, su luz parecía volverse repentina y momentáneamente mucho más brillante.
Hasta hace poco, los investigadores asumían que tales explosiones ocurrían principalmente en estrellas que, a diferencia del Sol, eran jóvenes y activas. Sin embargo ahora un nuevo artículo titulado Do Kepler Superflare Stars Really Include Slowly Rotating Sun-like Stars?publicado en la revista especializada Astronomical Journal, muestra con más contundencia que nunca que estas erupciones que desencadenan las famosas tormentas solares pueden tener lugar en estrellas más viejas y tranquilas como nuestro Sol.
“Existe la posibilidad de que podamos experimentar un evento de este tipo en los próximos 100 años”, apuntan los investigadores
Aunque en este caso su recurrencia se limite a una vez cada pocos miles de años: “estos resultados deberían ser una llamada de atención para la vida en nuestro planeta” declara Yuta Notsu, investigador del Laboratorio de Física Atmosférica y Espacial de la Universidad de Colorado y autor principal del estudio. “Si una superfulguración brotara del Sol, la Tierra probablemente se situaría en el camino de una onda de radiación de alta energía. Tal explosión podría interferir en los equipos electrónicos de todo el mundo, causando apagones y cortocircuitos en los satélites de comunicación en órbita. Nuestro estudio muestra que las erupciones son eventos raros, añade Notsu, pero existe la posibilidad de que podamos experimentar un evento de este tipo en los próximos 100 años”.
Una fulguración cerca de casa
Notsu explicó que las fulguraciones de tamaño normal son comunes en el Sol. Sin embargo lo que mostraban los datos de Kepler parecía ser mucho más grande: explosiones del orden de cientos a miles de veces más poderosas que la llamarada más grande jamás registrada con instrumentos modernos en la Tierra. Y eso planteó una pregunta obvia: ¿podría una superfulguración tener lugar en nuestro propio Sol?
“Cuando nuestro Sol era joven, era muy activo porque giraba muy rápido y probablemente generaba fulguraciones más potentes”, explica el científico. “Pero no lo que no sabíamos era si se pueden producir estas grandes llamaradas en nuestro sol actual, aunque fuera con una frecuencia muy baja”.
Para averiguarlo, Notsu y un equipo internacional de investigadores recurrieron a los datos de la nave espacial Gaia de la Agencia Espacial Europea y del Observatorio Apache Point en Nuevo México. Usaron esos instrumentos para elaborar una lista de estos eventos astronómicos procedentes de 43 estrellas parecidas a nuestro Sol. Posteriormente los investigadores sometieron los resultados a un riguroso análisis estadístico.
La importancia de la edad
Los cálculos del equipo de Notsu descubrieron que la mayoría de las erupciones tienden a producirse en las estrellas más jóvenes. Sin embargo las estrellas más viejas como nuestro Sol, ahora con una respetable edad de 4.600 millones de años, no están exentas de reproducir este tipo de fenómenos. “Las estrellas jóvenes producen superfulguraciones una vez a la semana, para estrellas como nuestro sol el promedio se sitúa en una cada mil años”.
“Ahora, el problema podría ser mucho mayor debido a nuestra electrónica y a nuestra de dependencia de la tecnología”
Es difícil saber cuándo ocurrirá un evento de esta magnitud en la Tierra, pero según los investigadores, es tan solo una cuestión de tiempo. Esto podría dar a los humanos el tiempo necesario para prepararse, creando algún tipo de sistema de protección para la electrónica usada en nuestro día a día.
“Una superfulguración que hubiera tenido lugar hace 1.000 años, probablemente apenas hubiera ocasionado ningún daño. La gente debió haber visto una gran aurora en el cielo, pero no mucho más. Ahora, el problema podría ser mucho mayor debido a nuestra electrónica y a nuestra de dependencia de la tecnología” sentencia el autor.
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