Las autoridades judiciales iraníes negaron que la ciudad de Oshnavieh haya caído en poder de los “alborotadores” que protestan por el caso de la joven Mahsa Amini -que murió tras ser detenida por no llevar bien puesto el velo islámico-, en manifestaciones en las que ya han muerto 35 personas.
“La ciudad está completamente bajo el control de las fuerzas policiales y la situación es completamente normal”, informó la agencia de noticias de Mizan, del poder judicial.
Mizan también negó que los manifestantes hayan atacado la prisión de Oshnavieh, situada en el este iraní y fronteriza con Irak, y liberado a los presos.
En los últimos días se han producido fuertes choques en esa urbe, con ataques incluso a “tres sedes de los basijis” (voluntarios islámicos).
Por su parte, la agencia Fars informó que 500 “alborotadores” armados prendieron fuego a dos bancos y una tienda en Oshnavieh.
Incluso llegaron a hacerse con el control de una mezquita, desde la que retransmitido “himnos de grupos terroristas”, según Fars, cercana a la Guardia Revolucionaria.
“Hoy todo está tranquilo y las escuelas han abierto en Oshnavieh”, aseguró Fars.
Irán vive protestas desde hace ocho días por la muerte de Amini, que se han extendido por todo el país provocando duros enfrentamientos con las autoridades.
La televisión estatal iraní elevó a 35 los muertos en las protestas, entre ellos efectivos de las fuerzas de seguridad.
El presidente de Irán, Ebrahim Raisí, afirmó que se debe “actuar de forma decisiva contra los que se oponen a la seguridad y tranquilidad del país”.
Amini fue detenida el martes de la pasada semana por la llamada Policía de la moral en Teherán, donde se encontraba de visita, y fue trasladada a una comisaría para asistir a “una hora de reeducación” por llevar mal puesto el velo.
Murió tres días más tarde en un hospital adonde llegó en coma tras sufrir un ataque al corazón, que las autoridades han atribuido a problemas de salud, algo rechazado por la familia.
Su muerte ha logrado galvanizar a miles de iraníes a través del dolor y la empatía, a diferencia de otras ocasiones en las que las manifestaciones se redujeron a fragmentados grupos sociales movilizados por la economía.
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