El contacto físico es vital para todos. Su origen es ancestral y su ausencia ha afectado significativamente a millones porque priva de la hormona que nos genera felicidad.
Si bien muchos de nosotros todavía podemos ver o hablar con nuestros seres queridos, aunque no vivamos con ellos, no podemos tocarlos.
Cumpleaños y otros festejos se celebran actualmente con videollamadas, vecinos conversan a través de la ventana y aquellos que viven solos sobreviven sin contacto humano alguno en esta cuarentena cuyas reglas varían de país en país.
Pero que, en líneas generales, nos obligan a permanecer en la casa y a mantener una distancia de dos metros de otras personas, en caso de tener que salir.
Pero el tacto es algo “verdaderamente fundamental” para los humanos y, vivir sin él, debilita nuestras relaciones más cercanas, dice Robin Dunbar, profesor de Psicología evolutiva de la Universidad de Oxford, en Reino Unido.
El tacto es el primer sentido que se desarrolla en el útero, e investigaciones han mostrado que el contacto físico con otros reduce el efecto del estrés.
Esto estimula la producción de endorfinas, las sustancias químicas que nos hacen sentir bien y que actúan en el cerebro para acallar el dolor.
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