CULTURA: Mexicanos genéticamente adaptados al maíz

Según la investigadora Cristina Barros la dieta mesoamericana se remonta entre cinco y 10 milenios; abren muestra “La milpa. Espacio y tiempo sagrados”

 

CIUDAD DE MÉXICO.- La milpa se ha instalado en los platos y en las moléculas de los mexicanos tras milenios de consumir maíz, frijol, calabaza, jitomate y quelites, entre otros productos agrícolas, destacan los investigadores Cristina Barros y Marco Buenrostro, curadores de La milpa. Espacio y tiempo sagrados, que abrió el Museo Nacional de Culturas Populares.

“Está la milpa en nuestra mesa, en nuestro corazón, en nuestra constitución física. Somos dueños de sabores aprendidos. De ahí que algunos grupos de poder hagan ‘cajitas felices’ para tratar de enganchar a los niños con nuevos sabores, pero un padre de familia que visita con su hijo estos sitios (de la cajita) marcan el futuro con enfermedades”, previene Buenrrostro.

La exposición, que reúne 288 piezas, lo mismo cerámica que textiles, máscaras, esculturas y utensilios para la siembra, enfatiza la capacidad de este sistema agrícola para responder los actuales desafíos, por ejemplo, de alimentación, al proveer una dieta nutritiva y equilibrada.

“Genéticamente estamos adaptados a una dieta como ésta, y la ingestión de productos industriales disparan la diabetes y la obesidad como una epidemia”

Destaca Barros al referir investigaciones que sitúan los orígenes de la dieta mesoamericana entre 5 y 10 milenios.

Con una permanencia de un año en el recinto de Hidalgo 289, en El Carmen, Coyoacán, la exhibición parte de un programa de actividades en torno de la milpa como patrimonio biocultural y legado inmaterial patente en rituales propiciatorios, danzas y otras manifestaciones culturales que albergarán los patios del museo, donde habrá, además, un sembradío y cocineras tradicionales para apreciar los sabores del policultivo, distintivo de la milpa, en contraste con los monocultivos.

“Estamos viviendo momentos donde parece que el pensamiento es un ‘monopensamiento’. Hay que observar la milpa para aprender de ella como un proceso comunitario, como un ejemplo de cómo la sociedad podría tener una vida más armónica y rica”, apremia la Directora de Culturas Populares e Indígenas de la Secretaría de Cultura, Alejandra Frausto.

“Que el crecimiento del maíz se ayude de las hojas de la calabaza o del frijol tiene una enseñanza para la sociedad de cómo podemos salir adelante. En momentos como éste, toca hacer País viendo el señorío que tenemos como cultura y viendo el patrimonio que tenemos. La milpa es un proceso comunitario necesario y un ejemplo de comportamiento social”, añade.

La milpa debe fortalecerse en una época que uniforma los sabores, destacan los curadores.

“Estamos lejos de donde se producen los alimentos; los industrializados viajan a veces 2 mil kilómetros y más. Eso implica consumo de energéticos, contaminación, aditivos a los productos que comemos porque tienen que durar y tener vida de anaquel y algunos se desaborizan para darles sabor artificial y que sea reconocible la marca”, advierte Buenrrostro.

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