Agencia EQR
LÁZARO CÁRDENAS, Q. ROO.- El cronista de la ciudad, José Moisés Gaspar Maglah Canul, recordó que cuando Kantunilkín pertenecía al municipio libre de Felipe Carrillo Puerto, fue cuando iniciaron las gestiones para que a este centro poblacional se le dotara de tierras en virtud de la ley reglamentaria de dotaciones y restituciones de tierras y aguas.
Aunque, no hay documentos del año, fue en junio de 1933 cuando el gobernador del estado dicto el fallo con el que se le concedió una dotación de cinco mil 328 hectáreas que eran terrenos nacionales, calculada sobre una base de 111 ejidatarios.
Sin embargo, dijo que a pesar del reducido número de ejidatarios, interpusieron una nueva solicitud de ampliación con base en un censo de población que registró 580 habitantes con 182 individuos con derecho a parcela ejidal.
Comentó que el 30 de agosto de 1937 se dictó un nuevo fallo concediéndoseles una ampliación de 71 mil 532 hectáreas, pero fue el 23 de agosto de 1940 cuando se procedió a la entrega de la documentación que acreditaba la ampliación; en ese entonces fungía el ahora difunto primer comisariado ejidal, Alejandro Cauich Tah, nombre que llevan las instalaciones del club social.
Una vez con la posesión del ejido iniciaron los estudios con la finalidad de explotar las riquezas forestales del recién creado ejido, mismas que fueron explotadas de manera irracional por las compañías que por años se valieron del poco conocimiento de la gente para saquearlas.
Citó como ejemplo que la compañía Maderas Laminadas S.A. que consiguió la anuencia de los ejidatarios para explotar el ejido por un periodo de 15 años de manera ininterrumpida, mediante la firma de un convenio amañado.
Sin embargo, dijo que sirvió para empezar a construir caminos que hasta la actualidad son utilizados para acudir a los lugares de trabajo.
La riqueza forestal de la zona, que actualmente ocupa el ejido de Kantunilkín y zonas aledañas, atrajo la intervención de la compañía maderera recién instalada en la colonia Yucatán, en un intento de desplazar a la compañía Maderas Laminadas, al grado de que el propio fundador de la compañía, el ingeniero Alfredo Medina Villeta y su subordinado de apellido Zamudio, acudieron hasta el centro receptor ubicado en Noh Cachi, donde estaba toda madera que se cortaba, lugar en el que dialogaron con los representantes de la compañía, Leopoldo Espinoza y Bernardo Ramírez Medina, para acordar, finalmente, que ambas compañías mediante contratos, “saquearían” las riquezas forestales por varios años.
Fueron 13 años los que explotaron las riquezas hasta que fueron descubiertos los turbios manejos de la compañía, lo que provocó que fuera suspendida su operación, incluso, cientos de metros cúbicos de madera quedaron abandonados.
En los primeros cinco años no hubo participaciones para la gente, hasta que uno de los primeros profesionistas de Kantunilkín, el profesor Catalino Oxte Tah, alertó y mediante su intervención a favor de los ejidatarios empezó a exigir a la compañía los dividendos que les correspondían y exigir que al pueblo se le dotará de mejoras logrando como resultado que se construyera el parque del pueblo, edificios como el local del comisariado ejidal, construcción de calles con las maquinaria de la compañía, construcción de la iglesia, emparejamiento de la plaza y la nivelación del campo deportivo que más tarde fue bautizado como “Los Almendros”, y por último la construcción del club social, que pudo ser terminado con el fondo común del ejido, lo que le dio a Kantunilkín una nueva fisonomía.
Otros de los beneficios que se obtuvieron de la compañía maderera del trópico fue la atención médica para los ejidatarios y la apertura de caminos dentro del ejido que sirvieron para transportar maderas, los cuales aún son vías de acceso a muchas partes del ejido.
Todo esto coadyuvó para que el pueblo fuera mejorando, ya que otra actividad a parte de la explotación forestal fue la extracción de chicle, que tuvo gran auge a mediados del siglo pasado y que empezó a comercializarse a través de los consorcios de la compañía agrícola, ubicada en la hacienda del Cuyo y anexas con oficinas en La´Kaah, actualmente el poblado de Solferino o por la Hacienda Santa María, de lo que es ahora Leona Vicario.
Más tarde, por medio de una cooperativa chiclera administrada por los mismos ejidatarios, que en principio tuvo como edificio una casa de palma que fue destruida por un incendio, lo que dio paso a que se construyera en su lugar una casa de mampostería que sirvió de oficina y bodega para almacenar las toneladas de resina. El edificio alberga actualmente las oficinas de la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado (CAPA).
Durante su permanencia como subdelegación, muy pocas mejoras se obtuvieron por parte del gobierno, entre las pueden mencionarse la carretera del El Cedral hasta Chiquilá, que empezó a construirse para brindar trabajo a la gente que perdió toda su cosecha con el impacto del huracán Beulah en 1967.
El gobernador, Javier Rojo Gómez, personalmente visitó la comunidad después del embate ciclón, siendo único mandatario que visitó este pueblo en más de una ocasión.
De igual forma, se construyó el primer centro de salud a principio de la década de los 60, porque hasta entonces los hospitales más cercanos estaban en la colonia Tizimín y Valladolid Yucatán.
En ese tiempo, la subdelegación de gobierno era de dos plantas, lo que ahora alberga distintas dependencias del estado y donde también se concentró el primer Ayuntamiento de Lázaro Cárdenas, al convertirse en municipio y ser Kantunilkín, cabecera.
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