De política y cosas peores

CIUDAD DE MÉXICO.- Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, participó en una orgía. La mañana siguiente su amigo Libidiano le preguntó cómo le había ido. “La cosa estuvo bastante confusa -relató Pitongo-. Al final no supe a quién darle las gracias por lo que le hice, ni a quién reclamarle por lo que me hizo a mí”. Declaró una señora: “Perdí a mi esposo en el mar”. Alguien inquirió, compasivo: “¿Era marino, o pescador?”. “Ni una cosa ni la otra -replicó la mujer-. Conoció a una rubia en un crucero que hicimos al Caribe”. La hijita de una mamá moderna se extravió en el centro comercial. El encargado de seguridad le aconsejó: “Procura siempre agarrarte a la falda de tu mami”. Replicó la pequeña: “No la alcanzo”. Terminó el trance de amor en el Motel Kamagua y la cándida chica le dijo a su labioso galán: “Ahora tendremos que casarnos”. “Sí -admitió él-. A ver si hallamos con quién”. Siempre cumplo mis promesas, excepción hecha de cuando no las cumplo. Prometí que si Trump era elegido candidato de los republicanos a la Presidencia de Estados Unidos yo dejaría de ir a ese país como protesta por la postulación de ese mal hombre -de ese hombre malo- que tanto ha agraviado a México y a los mexicanos. Mi actitud parecerá ingenua, y aun risible, pero he cumplido la promesa: desde que Trump obtuvo la candidatura me he abstenido de viajar allá. He declinado un par de invitaciones para ir a perorar “al otro lado”: una a Houston, a San Diego la otra. Me abstendré de pisar territorio americano mientras Trump no sea desechado por la parte sana de la nación del norte como se extirpa una maligna buba o un nocivo forúnculo piloso. Ese individuo está desquiciado; no hay conexión alguna entre su cerebro y su lengua. Pienso que cada vez que habla tiemblan sus asesores y jefes de campaña, y tiemblan también la verdad y el buen sentido. Su último desatino -al menos hasta la hora en que este artículo se escribe- consistió en decir con todas sus letras que Obama es el fundador de ISIS, el grupo islámico extremista, y Hillary Clinton la cofundadora. Días antes había insinuado que los partidarios de la Segunda Enmienda son los únicos que pueden frenar a la candidata demócrata. Los partidarios de la Segunda Enmienda son quienes portan armas. Esa declaración de Trump fue interpretada como una imprudente y peligrosa incitación a la violencia política. Abrigo la esperanza de que ese hombre ignorante y prepotente no sea electo. Por desgracia Trump tiene tras de sí a muchos que son como él: racistas, xenófobos, fanáticos de un nacionalismo pedestre y propugnadores de ideas con raíz fascista. No sería la primera vez que un enemigo de la democracia llegara al poder por vía democrática. Sin embargo seguiré abrigando la esperanza de que Trump sea derrotado en la elección presidencial. Y le ofrezco una sincera disculpa a la esperanza por abrigarla en esta temporada de calor canicular. Don Poseidón y su esposa doña Holofernes hicieron un viaje a la ciudad. Su hija Floretina quedó a cargo de la granja, para lo cual el granjero le dio sus instrucciones. Llegó un señor y preguntó por don Poseidón. “No está -le informó la muchacha-, pero si viene usted por el toro semental mi papá me dijo que sus servicios cuestan 3 mil pesos”. Replicó secamente el visitante: “No me interesa el toro”. “Ah -prosiguió ella-. Entonces ha de venir usted por el caballo semental. Mi papá me dijo que sus servicios cuestan 5 mil pesos”. “Tampoco el caballo me interesa -rebufó el hombre-. Vengo porque tu hermano Silvestre embarazó a mi hija”. Le indicó Floretina: “Entonces tendremos que esperar a que regrese mi papá. No me dijo cuánto cuestan los servicios de Silvestre”. FIN.
MIRADOR

Jean Cusset, ateo con excepción de la primera vez que visitó la catedral de Chartres, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y continuó:
-Detesto a los hombres -y a las mujeres- que por ser iglesieros creen tener amistad personal con Dios, y tratan a los demás como pecadores excluidos de la gracia del Señor. Admito que Dios está en las iglesias -Dios está en todas partes, incluso en las iglesias-, pero está sobre todo en el corazón de quienes lo aman; de aquéllos que en su nombre hacen el bien por el bien mismo, no por el temor a un castigo o la esperanza de una recompensa. El amor es el que salva, no los ritos. Si los rituales sirven para encender la llama del amor, y difundirla, entonces serán buenos. Pero serán muy malos si sólo sirven para fomentar el egoísmo y la vanidad.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!…

MANGANITAS

“Mi esposo es mesero’, declaró una señora.”.
Alguien demostró interés:
“¿Trabaja en un restorán?”.
“No -dijo ella con afán-.
Me cumple una vez al mes”.

Armando Fuentes

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