De política y cosas peores

CIUDAD DE MÉXICO.- Pimp y Nela forman una extraña pareja. Ella es sexoservidora, y él su administrador. En cierta ocasión Nela le dijo, preocupada, a Pimp: “Dejé insatisfecho a mi cliente. A lo mejor no nací para esto”. “Claro que naciste para esto -replicó el hombre-. Eres una excelente sexoservidora”. Prosiguió Nela: “Me dio tanta pena con él que no le cobré”. Manifestó entonces Pimp: “Tienes razón. No naciste para esto”. Pepito le reclamó a su mamá: “No me grites. No soy tu esposo”. El reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Tercera Venida (no confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que permite a sus fieles el adulterio a condición de que no lo cometan el día del Señor), dijo en su sermón que existen 178 pecados de la carne. Al terminar el servicio fue abordado por 435 feligreses y feligresas que le pidieron una lista de esos pecados, no para incurrir en ellos, le aseguraron, sino para prevenirse contra sus peligros. Una de las hermanas declaró: “Quiero saber de lo que me he perdido”, y un congregante sugirió que la lista de pecados incluyera un manual de instrucciones para cometerlos. El siguiente domingo el pastor predicó otro sermón con el título: “15 razones para la castidad”. Nadie le pidió la lista. ¡Ah, mundo!… Relató Capronio: “Me enamoré de esa mujer a primera vista. Fue la segunda vista la que lo echó todo a perder”. Sonó el teléfono de Himenia Camafría, madura señorita soltera. Ella descolgó la bocina y oyó una voz de hombre que le anunció: “Voy para allá. Espérame en la sala. Te besaré apasionadamente, y después de tomarte en mis brazos te llevaré por la escalera como Clark Gable a Vivien Leigh en “Lo que el viento se llevó”. Te haré el amor como nunca te lo he hecho, y luego disfrutaremos juntos el jacuzzi”. Himenia se desconcertó: “No tengo jacuzzi”. El que llamaba se desconcertó también: “¿A dónde hablo?”. “A la casa de Himenia Camafría”. “Ah, perdone. Me equivoqué de número”. Preguntó con angustia la señorita Himenia: “¿Significa eso que ya no va a venir?”. Acérrima, aspérrima y paupérrima fue la respuesta de los jerarcas de la Iglesia Católica a la iniciativa del Presidente Peña sobre el matrimonio igualitario, tendiente a dar a las personas de orientación homosexual los mismos derechos de que gozan los heterosexuales. Al parecer la reacción eclesial asustó al PRI, tan revolucionario él. Lo muestra el hecho de que sus legisladores han reculado en lo concerniente a esa propuesta. Una y otra vez retrasan su aprobación, y sus voceros dicen ahora que eso del matrimonio igualitario no está en la lista de sus prioridades. Es una pena que la postura del clero prevalezca sobre una iniciativa a todas luces justa y coherente con lo que se debe a los derechos humanos y a la lucha contra la discriminación por causa de preferencia sexual. El más elemental sentido de la justicia lleva a pensar que nadie debe ser excluido de los bienes sociales ni recibir trato diferente por el hecho de que tal o cual iglesia no lo juzgue merecedor de ser considerado igual a los demás ante la ley. Por encima de cosas de política los legisladores deben llevar adelante esa iniciativa. ¿O es que la justicia y la razón no figuran entre sus prioridades? Y otra pregunta: ¿cuál es la capital de Dakota del Sur?… Superman iba volando sobre una playa solitaria y vio a la Mujer Maravilla tendida en decúbito dorsal sobre la arena, desnuda y con las piernas flexionadas. Aquella incitante visión hizo que el Hombre de Acero se endureciera aún más, de modo que se lanzó en picada sobre ella. Al terminar el súbito y fulminante trance le dijo con sonrisa aviesa: “Apuesto a que te sorprendí”. “Es cierto -admitió la Mujer Maravilla-. Pero sorprendiste más al Hombre Invisible”. FIN.

MIRADOR

Por esta sola vez, y sin que el caso siente precedente, el señor Cantalarrana asume el rol de dueño de una tienda.

El señor Cantalarrana no permite que su única empleada se siente durante las horas de trabajo, que son de 9 de la mañana a 9 de la noche. La muchacha debe estar siempre de pie, incluso cuando consume con rapidez el magro lonche que lleva para su comida. Desde su sillón el señor Cantalarrana la vigila para que no se siente. Sentarse, le dice, es signo de pereza, y da una mala impresión a la clientela.

Un día el señor Cantalarrana amanece en el otro mundo. Está en un sitio que le parece el Cielo. No le extraña verse ahí: iba a la iglesia todos los domingos, y siempre daba 10 pesos de limosna. Tenía derecho entonces a gozar de la morada celestial.

Se le acerca una sombra que le dice:

-Estarás aquí toda la eternidad, pero no podrás sentarte nunca.

Fue así como el señor Cantalarrana supo que no estaba en el Cielo.

¡Hasta mañana!…

MANGANITAS

Por AFA.

“En el serpentario del zoológico”.

Dijo un reptil: “Soy pitón.

Con tal nombre se me cita”.

Comentó una viborita:

“¡Vaya! ¡Cuánta presunción!”.

Armando Fuentes

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