De política y cosas peores

CIUDAD DE MÉXICO.- Hay varios modos en que un galán puede acercarse a una chica. Le puede decir, por ejemplo: “Me gustaría besarte apasionadamente, y luego ir elevando mis besos hasta llegar a tu cintura”… O bien: “Perdí mi número telefónico. ¿Puedes prestarme el tuyo?”… O si no: “Vayamos a mi departamento y hagamos lo que de cualquier manera les contaré a mis amigos que hicimos”… Todas esas formas de galanteo tienen algo de ingenioso. La que ningún ingenio muestra, sino antes bien salacidad insinuativa, es la que suele usar Afrodisio Pitongo. Les dice a las muchachas: “¿Acostumbras dormir sobre tu estómago? ¿No? ¿Me permites que yo lo intente?”… Comentaba una chica a quien le preocupaba su tendencia a engordar: “Algunas personas tienen miedo a las alturas. Yo les temo a las anchuras”… En el bar un individuo le preguntó a otro: “¿Traes fotos de tu esposa desnuda?”. “¡Claro que no!” -se atufó el otro. Aventuró el primero: “¿Me compras unas?… El amigo de Babalucas le dijo: “Ya sé que vas disfrazado de pirata, pero el parche no se lleva en los dos ojos”. Un forastero entró en la cantina de aquel apartado pueblo de pastores de ovejas y pidió una copa de vino blanco. Todos se volvieron a verlo, curiosos y amenazantes. Le preguntó el de la taberna: “¿De dónde viene, amigo?”. Respondió el visitante: “De la Capital”. Inquirió el cantinero: “Y ¿a qué se dedica?”. Contestó el otro: “Soy taxidermista”. “¿Qué diablos es eso?”. “Monto animales”. Al oír eso el tabernero se vuelve hacia sus parroquianos y les dice con una gran sonrisa: “¡No hay problema, muchachos! ¡Es uno de nosotros!”. (No le entendí)… Estos últimos días han sido de tráfago, vértigo, vorágine y vórtice. (Se citan por riguroso orden alfabético). A la muerte de Juan Gabriel siguió la malhadada visita de Trump, que llegó, vio y venció, y tras ese acontecimiento deplorable vino -y se fue- el cuarto informe de gobierno de Enrique Peña Nieto, acto que está ya nominado para recibir el premio a la comedia del año. En medio de ese torbellino no ha sido objeto de mucho comentario un suceso que me parece sumamente grave. Hablo de la salida de Nicolás Alvarado de la dirección de TV UNAM. No conozco al ex funcionario. El hecho de vivir en Tierra Santa -o sea en Saltillo- me priva de conocer a muchos personajes de la Ciudad de México, y me salva de conocer a otros. Por esa misma circunstancia, la de mi lejanía de la Capital, no estoy informado cabalmente acerca de lo que motivó el salto de Alvarado. Todo indica que fue provocado por la furia -por las furias- que en las redes sociales suscitó un artículo escrito por él, en su calidad de editorialista, acerca de Juan Gabriel, artículo en el cual expuso su opinión acerca del artista. Leí ese texto, y ciertamente no comulgo con los juicios vertidos por su autor. A mi edad ya con muy pocos juicios comulga uno. Frecuentemente ni con los míos comulgo. Opino, sin embargo, que lo que le sucedió a Alvarado constituye un atentado gravísimo contra la libertad de expresión, derecho elemental que en otros casos tanto se ha defendido y decantado. Nadie debe perder un empleo por causa de sus opiniones si éstas no dañan a su empleador o ponen en riesgo la fuente de trabajo. En el caso que me ocupa la gravedad de lo acontecido es aún mayor si se toma en cuenta que ese canal televisivo pertenece a la Universidad, ámbito que por esencia ha de ser crítico y libre. Pasará el tiempo -pasar es lo que sabe hacer mejor-, y las cosas quedarán en su justa perspectiva. Entonces se verá que la salida de Nicolás Alvarado de TV UNAM, a todas luces forzada, no tuvo razón válida de ser. Este hecho lamentable quedará como una mácula vergonzosa en la historia del canal universitario. FIN.

           

MIRADOR

A quienes habían vivido como animales los ayudaba a morir como seres humanos.

Nunca aspiró a remover las estructuras de la sociedad. Su idea -su ideal- no fue transformar los sistemas económicos o políticos. Su misión era de amor. Decía a sus hermanas, a sus hijas: “No somos trabajadoras sociales. Nuestra tarea es aliviar el dolor de Cristo en nuestro prójimo”.

No hizo la caridad. Ella se hizo caridad. Sabía que en todas partes debe haber amor, porque en todas hay pobreza; no sólo pobreza del cuerpo, que es la única que ven los que no miran bien, sino también pobreza de las almas. Y supo que ambas pobrezas han de ser atendidas por igual.

A quienes iban a Calcuta a unirse a su trabajo les preguntaba:

-¿De dónde vienes?

Las respuestas eran muy variadas: de Estados Unidos, de Francia, de Inglaterra. O bien: de México, de Argentina, de Brasil. Y ella:

-Vuelve allá. En tu país también hay Calcutas.

La Madre Teresa. Ya es santa. Siempre fue santa.

¡Hasta mañana!

 

MANGANITAS

“Iba un sujeto con su suegra, y un rayo le cayó a una vaca.”.

Se salió el hombre de quicio

al ver a la vaca muerta

y a su suegra muy despierta,

y rugió: “¡Qué desperdicio!”.

Armando Fuentes

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