De política y cosas peores

CIUDAD DE MÉXICO.- El príncipe de Gales visitó Fidji a principios del pasado siglo. Las bellas isleñas recibieron el encargo de formar valla para recibirlo, pero como acostumbraban llevar el busto al aire -quiero decir que andaban topless- el gobernador les pidió que se lo cubrieran a fin de no faltar al decoro del ilustre visitante. Así lo hicieron las hermosas jóvenes: al tiempo que el príncipe iba pasando se alzaban las faldas para taparse el pecho, aunque al hacerlo destapaban otra parte de mayor reserva. Con eso quiero decir que la moral es cosa relativa. Para algunas iglesias el asesinato es un pecado menos grave que la fornicación o el adulterio. Doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, le impone a su empleada doméstica trabajos excesivos; le raciona la comida y le paga un salario miserable, pero se considera abanderada de las buenas costumbres y tacha de inmorales los cuentecillos que aquí salen; dice que están contribuyendo al resquebrajamiento de la sociedad. Su esposo don Trisagio tiene hijos con otra mujer; recientemente embarazó a su secretaria, y sin embargo dice que el matrimonio igualitario es una inmoralidad, e irá vestido de blanco a la manifestación en defensa de la familia. No es de extrañar, entonces, que doña Tebaida, aconsejada por su marido, haya negado su Nihil Obstat al chiste que viene hoy al final de esta columna. No negaré que quizás esa historieta atenta contra el buen gusto, pero en ella hay más de absurdo que de inmoral. Dejo a mis cuatro lectores la sentencia definitiva sobre el caso. Lean ese chiste más abajo. Coleccionar timbres postales. Armar rompecabezas. Leer las Obras Completas de Vicente Lombardo Toledano. Escribir un ensayo acerca de la influencia de Keats, Browning y Burns en la formación del rap. Hornear galletitas para la merienda. Ver en la tele los partidos de la Liga Nacional de Cricket en Paquistán y Kenia. Encender cabezas de cerillos concentrando en ellas un rayo de sol proyectado a través de la lente de una lupa. Memorizar “La Jerusalén libertada”, de Torcuato Tasso. Jugar Candy Crush. Todo eso podrá hacer en su tiempo libre don Luis Videgaray. También podrá asesorar con discreción al Presidente Peña Nieto en asuntos económicos y de bienes raíces (no de política internacional). Quizá su amigo pueda dejarle el mismo sueldo que percibía como secretario de Hacienda: amistad que no se refleja en la nómina es pura demagogia. Una cosa no deberá hacer don Luis: postularse para un puesto de elección. Después de la debacle originada por el affaire Trump eso pondría en apuros a su jefe y a su partido. No piense por ahora en un gobierno de Estado, una diputación, una senaduría, una alcaldía, y ni siquiera en un cargo de regidor o síndico. Ya vendrán tiempos mejores. Los de ahora no son propicios para saques de cabeza.  Solicia Sinpitier, madura señorita soltera, le preguntó al gerente de la tienda: “¿Hoy es la venta de empleados?”. “Así es” -contestó el funcionario. Pidió la señorita Sipitier: “Quiero aquel alto, moreno, de bigotito”. (De milagro no le preguntó el gerente: “¿Se lo envuelvo o se lo lleva puesto?”). Tras de la pérdida del paraíso Adán vio venir a Eva con una manzana en la mano. “¿Otra manzana? -se espantó-. ¿No escarmentaste con la primera?”. Respondió Eva: “Ésta no es para ti. Es para el gorila”… Viene ahora el cuento que doña Tebaida Tridua reprobó. Afrodisio Pitongo le contó a su amigo Libidiano: “Conocí a una muchacha extraordinaria. Tiene tanto pelo que se hace cola de caballo”. Dijo Libidiano: “Muchas mujeres se hacen cola de caballo”. Replicó Afrodisio: “No te dije dónde se la hace”. FIN.

MIRADOR

Variación opus 33 sobre el tema de Don Juan.

Alguien le dijo a Don Juan:

-Cada hombre tiene la edad de la mujer que acaricia.

Sonrió el sevillano y contestó:

-Entonces en estos días -sobre todo en estas noches- yo tengo 18 años, y 19, y 20, y 23, y 25, y 27, y 30, y 34, y 37 y 40.

Hizo una pausa Don Juan y continuó:

-Después tendré 45 años, y 50, y 60 y 70. Pero seguiré teniendo la edad de las mujeres que acariciaré. Cuando ya no acaricie a ninguna eso querrá decir que ya no vivo, pues para mí la vida sin mujer es muerte.

Hombre de muchas edades, en efecto, ha sido siempre Don Juan. De todas ha guardado un buen recuerdo. Es muy afortunado. Al final de la vida cada hombre tiene la edad de la mujer que recuerda.

¡Hasta mañana!

 

MANGANITAS

“Un loro entró en el gallinero.”.

Quiso el gallo hacerle bromas,

pero el loro protestó:

“Momento, gallito. Yo

soy el maestro de idiomas”.

Armando Fuentes

 

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