CIUDAD DE MÉXICO.- Jactancio, individuo presuntuoso, le dijo con orgullo a su compadre: “¿Verdad, compadrito, que mi señora se viste muy bien?”. “Sí -admitió el otro-. Pero muy despacio”. Los amigos que andaban de parranda subieron al automóvil en que iban. Le dijo uno a otro: “Maneja tú, Briagoberto. Andas demasiado borracho para cantar”. Una señora pidió en la farmacia: “Quiero píldoras anticonceptivas para calmar los nervios”. El apotecario le indicó: “Las píldoras anticonceptivas no son para calmar los nervios”. “Claro que sí son -afirmó la señora-. Cuando mi hija va a salir con un muchacho hago que se tome la píldora, y eso me calma los nervios”… Don Añilio, caballero de edad madura pero todavía con humos de tenorio, le preguntó a una linda chica: “¿Te gusta la primavera?”. “Me encanta” -respondió ella. “Entonces nos vamos a entender muy bien -sonrió don Añilio-. Yo tengo 75”. Lejos de mí la temeraria idea de decir que fue un fracaso la marcha a que se convocó en la Ciudad de México para pedir la renuncia de Enrique Peña Nieto. Sin embargo no se equivocará quien diga que el número de asistentes a esa manifestación estuvo muy por abajo de lo que esperaban sus organizadores. Las redes sociales se mostraron más activas en la teoría que en la práctica. Y es que se chatea con los dedos, pero para marchar hay que mover los pies. Por otra parte pienso que no son muchos los mexicanos que están dispuestos a dar el salto al vacío que significaría en las actuales circunstancias la defenestración del Presidente. En un caso como éste decían nuestros antepasados: “Paciencia y barajar”. Aunque parezca que el 2018 está muy lejos todavía, lo cierto es que muy pronto llegará. Podremos entonces expresar con nuestro voto la condena a los males que han derivado del actual gobierno, o de la falta de él. Digámosle por ahora al régimen: “Nos vemos en la elección presidencial”. (¡Brrr!). El hermano mayor de Pepito llevó a cierta amiga suya al romántico paraje llamado el Ensalivadero, en el cual las parejitas solían entregarse a ardientes efusiones que más tendían a lo erótico que a lo sentimental. El muchacho no advirtió que Pepito había subido al coche antes que él y se había quedado dormido en el asiento trasero. Despertó el chiquillo cuando su hermano y la chica que iba con él llegaron al Ensalivadero. Sin siquiera una conversación previa, y menos aún sin el foreplay de besos, caricias y arrumacos diversos que deben preceder al acto del amor a fin de obtener de él mayor disfrute y no convertirlo en mera acción mecánica (Nota: Tampoco como mera acción mecánica ese acto está tan mal), el hermano de Pepito le preguntó a la muchacha con laconismo estólido: “¿Sí o no?”. Respondió ella, terminante: “No”. “Entonces -le dijo el majadero- te vas a pie a tu casa”. Y así diciendo abrió la puerta del coche, hizo bajar a la chica y arrancó luego perdiéndose en las sombras de la noche. Pepito vio aquello sin ser visto por el muchacho. Y ¡ah, deleznable naturaleza humana! Bien dicen los italianos: “Un male tira l’altro”. Un mal trae consigo otro. Pepito buscó seguir el ejemplo de su hermano. Al día siguiente invitó a su pequeña vecina Rosilita a ir con él a dar una vuelta en su triciclo. La llevó al parque cercano y ahí le preguntó con el mismo tono de Casanova que su hermano. “¿Sí o no?”. La niña no entendió aquello, pero como tenía actitud positiva ante la vida respondió con una gran sonrisa: “Sí”. Eso sacó de onda a Pepito. Se rascó la cabeza, confuso, y luego le dijo a Rosilita: “Bueno, supongo que entonces tú te llevas el triciclo y yo me voy a pie a mi casa”. FIN.
MIRADOR
Este amigo mío padece una enfermedad crónica: es actor. Todas las noches muere para que otro hombre viva en su cuerpo, en su alma y en su voz.
Yo también sufrí ese mal. En mi primera juventud actué en el teatro. Pero me curé. Desgraciadamente.
Mi amigo aceptó por necesidad un papel deplorable. Metido en una botarga hizo de zanahoria en un comercial para la televisión.
Su hijo le reclamó:
-Padre: tú eres un actor; un buen actor. ¿Por qué hiciste eso?
Respondió él:
-Para que pudieras tener zapatos.
Bajando la vista contestó el muchacho:
-Habría preferido andar descalzo.
No hagamos cosas ante las cuales nuestros hijos preferirían andar descalzos.
¡Hasta mañana!
MANGANITAS
“Un ancianito se hizo pipí en los pantalones”.
A su esposa, en un lamento,
le habló con sinceridad:
“Me querías cambiar ¿verdad?
Pues ha llegado el momento”.
Armando Fuentes
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