CIUDAD DE MÉXICO.- Don Algón llegó al hotel de playa en compañía de una estupenda fémina de voluptuosas formas y provocativa traza. Le preguntó el recepcionista: “Su viaje, señor, ¿es de negocios o de placer?”. Respondió el salaz ejecutivo: “El mío es de placer. El de ella es de negocios”. Babalucas puso un salón de masajes. No funcionó porque era de autoservicio. Don Cornulio acudió ante el juez de lo familiar. Quería divorciarse de su mujer. Le preguntó el juzgador: “¿Por qué quiere separarse de ella?”. Contestó el demandante: “Por adúltera y afrentosa”. “Entiendo lo de adúltera -declaró su señoría-. Pero ¿qué es eso de ‘afrentosa’?”. Para dar luz al funcionario diré que el adjetivo “afrentoso”, muy usado en sus canciones por el genial Piporro, sirve para calificar a aquél que por su arrogancia o suficiencia provoca a los demás y les causa incomodidad y enojo. “Mire usted, señor juez -explicó don Cornulio-. Ayer llegué a mi casa antes de lo esperado y encontré a mi mujer yogando con un desconocido. Por eso digo que es adúltera. Sin dejar de hacer lo que estaba haciendo me dijo ella: ‘Siéntate en esa silla, Cornulio, y fíjate bien cómo lo hace este señor, para que aprendas’. Por eso digo que es afrentosa”. La reciente visita a mi natal Coahuila -en Torreón, claro- de Enrique Ochoa Reza, dirigente nacional del PRI, sirvió para poner de manifiesto lo que hace algunos días señalé aquí mismo: la marcada división que existe en las filas del priismo coahuilense en vísperas de la sucesión gubernamental. Sucede que el gobernador Rubén Moreira ha cargado abiertamente los dados en favor de Miguel Riquelme, alcalde de Torreón e incondicional suyo, y eso no sólo ha hecho surgir en la ciudadanía el temor de que siga en el poder por otros seis años el llamado moreirato -18 años se completarían ya, y eso es demasiado-, sino que ha traído consigo la protesta de los otros aspirantes a la candidatura priista, ninguno de los cuales asistió a aquel acto. El sonoro espaldarazo que Ochoa Reza dio al gobernante coahuilense mostró entonces a un PRI incapaz de transformarse y de asimilar las lecciones recibidas, y evidenció que eso de la lucha contra la corrupción y la impunidad es palabrería pura. Falta ahora saber si el espaldarazo a Rubén Moreira fue también espaldarazo a Riquelme, su precandidato, o si la dirigencia nacional del PRI asumirá, en acuerdo con el Presidente Peña Nieto, la conducción del proceso sucesorio en Coahuila, de modo de establecer condiciones de equidad para todos los precandidatos del partido y de no agraviar aún más a los coahuilenses imponiéndoles la continuidad de un régimen que, electo democráticamente, y con buenos frutos para el Estado, se ha convertido ahora en cacicazgo que la gente reprueba mayoritariamente, y que está buscando perpetuarse a como dé lugar. Por encima del aplauso de las multitudes -todos sabemos cómo se consiguen esas multitudes- Ochoa Reza debe leer las letras en la pared que auguran una derrota segura para el PRI si se atiende la voz de un solo hombre en vez de escuchar la de los ciudadanos y de los propios militantes priistas no sujetos a la férula del gobernador. Meñico Maldotado, infeliz mancebo con quien la naturaleza se mostró avara en la parte correspondiente a la entrepierna, casó con Pirulina, joven mujer dueña de mucha ciencia de la vida. Al terminar el primer trance de amor Meñico interrogó a su desposada: “¿Fue ésta tu primera vez?”. “¿Cómo que ‘fue’? -contestó ella-. ¿Qué ya lo hiciste?”. Aquella comunidad rural se llamaba Tres Ejidos. Cierto visitante le preguntó a una vecina de la localidad. “Su esposo, señora, ¿es de Tres Ejidos?”. “¡Uh! -respondió desdeñosa la mujer-. ¡Ya ni siquiera uno completa!”. (No le entendí). FIN.
MIRADOR
El niño nació en New Bedford, Massachusetts, el año de 1716, en el seno de una comunidad puritana.
Vino al mundo en día domingo. Para los puritanos el domingo es el día del Señor, y no se debe profanar con ningún trabajo. Ni siquiera con trabajo de parto.
Como el pequeño hizo trabajar a su madre en ese día sagrado el patriarca del grupo, Elijah Walton, decretó que era pecador de nacimiento, y le impuso el nombre Ichabod, que significa “hijo del diablo”. Con ese nombre, que lo hizo sufrir mucho, cargó toda su vida.
Cuando murió llegó a la presencia del Padre, y éste lo admitió en su morada porque había sido un hombre bueno.
En cambio el patriarca está lejos del Señor, pues castigó a un inocente y le causó injusto sufrimiento. Ya no se llama Elijah. Ahora se llama Ichabod. Tal es el nombre de los que hacen sufrir a los inocentes.
¡Hasta mañana!
MANGANITAS
“Un hombre tomó un seguro de incendio para su negocio”.
Decía en forma galana
a quien lo quería escuchar:
“El incendio del lugar
será pasado mañana”.
Armando Fuentes
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