De política y cosas peores

CIUDAD DE MÉXICO.- La película era abiertamente pornográfica. Se llamaba “Juegos ilegales”. En nada se parecía, claro, a la famosa obra maestra de René Clément que pedí en una tienda de videos. Le pregunté a la encargada: “¿Tienen ‘Juegos prohibidos’?”. Con mirada glacial me respondió: “Aquí no vendemos pornografía”. Esta otra película que digo era efectivamente pornográfica, lúbrica, sicalíptica, erótica. Babalucas la veía con ojos bien abiertos. En una de las más tórridas escenas el protagonista empezó besar a su amante en todo el cuerpo, menos en los labios. La besó en las orejas, el cuello y los hombros. Luego besó morosamente sus ebúrneos y turgentes senos. En seguida puso sus besos en su vientre, sus caderas, sus muslos, sus piernas y sus pies. Por último se aplicó a besar concienzudamente la intimidad más íntima de la lasciva fémina. Babalucas se inclinó hacia su compañero de asiento y le dijo con tono desdeñoso: “El tipo es un indejo. Ni siquiera sabe dónde se debe besar a una mujer”. Mi trato con Jaime Heliodoro Rodríguez, gobernador de Nuevo León, no ha pasado de algunas palabras intercambiadas por teléfono. Puedo decir, empero, que el Bronco está abroncando a los nuevoleoneses. A un año de haber asumido su cargo no ha mostrado estar a la altura de las grandes expectativas que hizo nacer después de su resonante triunfo como candidato independiente. Sus paisanos le reclaman el incumplimiento de su promesa de castigar los actos de corrupción que denunció como base principal de su campaña. Le reprochan igualmente algunos actos de su administración, como ése de las cobijas adquiridas a precio de finos edredones. La división interna de sus funcionarios se ha vuelto muy visible, y las ocurrencias que antes le eran celebradas como ingeniosidades le son hoy criticadas como exabruptos de mal tono. Sus bonos están muy a la baja, hay que decirlo, y su peregrina aspiración de postularse como candidato a la Presidencia de la República es calificada de sueño guajiro. El Bronco va ahora en un bote que al parecer hace agua. Está en buen tiempo de corregir sus acciones; de corregirse él mismo. Sus conciudadanos le dieron en las urnas una victoria histórica. No puede darse el lujo de defraudarlos. Nuevo León y los nuevoleoneses merecen lo mejor. No los abronque, por favor, don Bronco. El padre Arsilio reprendió a Pitorro: “He sabido, hijo mío, que tienes dos mujeres. Con una estás los lunes, miércoles y viernes; con la otra vas los martes, jueves y sábados. El domingo descansas, según entiendo, por lo cual te felicito: tu ejemplo de respeto al día del Señor es sumamente edificante. Sin embargo eso de tener dos mujeres es pecado grave, a más de constituir el delito de bigamia. Te exhorto, entonces, a que retornes al camino bueno y renuncies a esa doble vida que hace injuria lo mismo a las leyes humanas que a las divinas”. Al oír aquello Pitorro se mesó los cabellos y exclamó con voz llena de desesperación: “¿Quién le contó de mí tan grande badomía? Calumnia más grande que ésa no puedo concebir. Soy hombre casto, señor cura; espejo de pureza; acrisolado ejemplo de virtud. Sigo el patrón de vida de Señor San José. Lo que usted dice me ofende grandemente. Una sola mujer tengo, que es mi santa esposa, la mujer a quien al pie del ara le juré fidelidad eterna. Sería incapaz yo de faltar a ese sagrado voto. ¡Antes muerto que perjuro!”. El buen sacerdote se azaró al escuchar respuesta tan vehemente. Confuso, aturrullado, se disculpó: “Caray, hijo, perdóname. No quise lastimarte. Si mis palabras te agraviaron las retiro inmediatamente. Anda, vete en paz con tu mujer”. Preguntó el tal Pitorro: “¿Con cuál de las dos?”. FIN.

 

MIRADOR

La inteligencia del hombre no conoce límites.

Tampoco su estupidez.

En una antigua publicación de la compañía inglesa Titan Sports, dedicada a vender artículos para el juego del billar, se lee que en el tiempo de sus mayores ventas eran sacrificados cada año 12 mil elefantes africanos y de la India para obtener de sus colmillos el marfil necesario para fabricar las bolas empleadas en ese juego.

(He oído, dicho sea entre paréntesis, que el puntito negro que aparece en esas bolas servía para cubrir el canal del nervio que va a lo largo del colmillo).

Ignoro si los datos anteriores son ciertos, pero no ignoro que los elefantes han sido y siguen siendo perseguidas por sus colmillos. Cazadores en busca de trofeos y comerciantes de marfil causan la muerte de esas magníficas bestias, hermosas, inocentes.

Y surge desde luego la pregunta: ¿qué es más grande en el hombre, su inteligencia o su estupidez?

¡Hasta mañana!

 

MANGANITAS

“Un submarino disparó un torpedo.”.

En los abismos oscuros

la ballena macho vio

aquello y -lo supe yo-

empezó a repartir puros.

Armando Fuentes

Salir de la versión móvil