De política y cosas peores

 

CIUDAD DE MÉXICO.- Doña Macalota llegó a su domicilio cuando no la esperaba su esposo don Chinguetas, y lo sorprendió en conchupancia de carnalidad con Tirilita, la linda y joven mucama de la casa. Presa de iracundia la señora le gritó a su cónyuge en un solo golpe de voz, sin siquiera tomar respiración: “¡Bribóncanallapícarotunantevillanoinfametorpedescaradoruin!”. “Mujer, mujer -replicó en tono de reproche don Chinguetas-. Ya te he dicho que no tratemos nuestros problemas en presencia de la servidumbre”. Susiflor se iba a casar, y su mamá le aconsejó que tomara algunas clases de cocina. Le recordó la conocida máxima: “El camino al corazón de un hombre pasa por su estómago”. Contestó Susiflor: “No necesito esas clases, mami. Yo encontré un caminito mejor que pasa un poco más abajo”. Se hizo una encuesta entre 10 mil hombres de diversos países del mundo. Se les preguntó qué clase de mujeres preferían, si las de muslos delgados o las de muslos gruesos. Sin excepción los 10 mil respondieron que preferían lo intermedio. Apurado y en apuros debe andar Norberto Rivera Carrera, y con él algunos de sus obispos, después de los pronunciamientos hechos por Monseñor Franco Coppola, nuevo Nuncio Apostólico del Vaticano en México. El enviado del Papa declaró que los homosexuales deben tener los mismos derechos de que gozan las demás personas, incluyendo el derecho al matrimonio, en los términos de lo que prescribe la Convención Universal de los Derechos Humanos. Dijo: “No hay por qué negarles derechos que son reconocidos a todos los hombres y mujeres de este mundo”. Las palabras del Nuncio se corresponden con las que ha dicho el Papa Francisco, y están acordes también con el espíritu del Evangelio, que es espíritu de caridad, vale decir de amor. Entiendo la postura de muchos cristianos y católicos que aún en este tiempo siguen viendo con hostilidad a las personas homosexuales, a más de considerar aberrantes sus relaciones y negarse por eso a admitir el uso del vocablo “matrimonio” para designar su unión. Eso oyeron decir en sus iglesias. Ahora la postura del Papa hacia los homosexuales, manifestada por su representante en México, es muy diferente. No es de mera tolerancia, actitud condescendiente del que se cree superior en relación con aquél a quien juzga inferior; es de pleno respeto a los que por encima de cualquier diferencia poseen la original dignidad de hijos de Dios, común filiación que crea entre los hombres un esencial vínculo de fraternidad. Ojalá los cristianos y católicos -y todas las personas de buena voluntad- escuchemos las aleccionadoras palabras del Nuncio, fincadas en la justicia y la razón, y hagamos de ellas una enseñanza que nos guíe en el trato con nuestros hermanos homosexuales. El novio de Dulcilí le preguntó a la ingenua chica: “¿Crees en el más allá?”. Preguntó ella, suspicaz: “En el más allá ¿de dónde?”. Facilda Lasestas les confió a sus amigas: “Tengo con mi esposo un grave problema de incompatibilidad de caracteres. A él le gusta la alta fidelidad, y yo prefiero la alta frecuencia”. Babalucas pidió en el restorán un vaso de agua. Le preguntó el mesero: “¿Natural?”. “Sí -contestó el badulaque-. La sobrenatural me asustaría”. Don Languidio Pitocáido y su esposa Frondosia cumplieron 35 años de casados, y su hijo mayor les regaló un viaje a una palaya de moda para que fueran a pasar una segunda luna de miel. A su regreso el muchacho le preguntó a su padre, en tono pícaro, cómo le había ido en la nueva noche de bodas. “Fue muy diferente de la otra -respondió con un suspiro don Languidio-. En la primera tu mamá no hallaba cómo contenerme. Ahora no hallaba cómo consolarme”. FIN.

MIRADOR

Los nogales de nuestro huerto dieron ya su fruto.

Este año la cosecha fue abundante; más, mucho más que el anterior. Me dice don Abundio:

-Seguramente Diosito se enteró de que estábamos en apuros.

El sabio viejo -hablo de don Abundio- les ordenó a los vareadores que dejaran en el suelo nueces para las ardillas y los pájaros azules. Me explica:

-También ellos están en apuros.

Ayer por la mañana fui a caminar bajo estos árboles. A veces los miro como a hijos: yo los planté. Luego los veo como a padres, por las enseñanzas que me dan. Algunos de ellos muestran ya en su follaje verdinegro algunas hojas amarillas. Y es que terminada su labor se disponen a dormir el sueño del invierno. He aquí otra lección de esos maestros silenciosos: al trabajo bien cumplido ha de seguir el reposo bien ganado.

Yo me pregunto si he trabajado bien, y no sé qué contestar, tan imperfecta ha sido mi obra. Quiero aprender de los nogales: en los días que el sabio viejo -hablo de Dios- quiera dejarme de vida procuraré dar fruto bueno para ganar el tranquilo descanso que merece el buen trabajador.

¡Hasta mañana!

MANGANITAS

“La señora le dijo a su esposo: ‘Gasto en maquillaje para verme bonita'”.

Admitió el marido: “Sí;

buena explicación es ésa.

Yo gasto en vino y cerveza

también para verte así”.

Armando Fuentes

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