CIUDAD DE MÉXICO.- El gobierno mexicano luce torpe, lento e inseguro frente a las posturas y acciones del nuevo presidente de Estados Unidos que tanto ofenden y agravian a los mexicanos. Quiere llevar la fiesta en paz con el bravucón que no para de hacerle bullying.
El gobierno de Peña se ve mal dentro y fuera de nuestras fronteras. No acaba de darse cuenta que éstos no son tiempos para las contemplaciones. Que si no toma a ese toro por los cuernos no solo quedará muy mal parado en la historia, sino que dejará a México en situación de mayor vulnerabilidad y sobajado.
El gobierno de Peña Nieto, sin más, se ha manifestado dispuesto a sentarse a renegociar el TLC, y lo que haya lugar de la relación bilateral, a pesar de que su interlocutor ha puesto como punto de arranque la construcción de un Muro. No asume esto como una grave afrenta violatoria de preceptos internacionales. Considera el tema, simplemente, como algo en lo que no se está de acuerdo pero que puede ser parte de una negociación integral entre los dos países. Se comprometió, incluso, él solo, a no hablar del Muro en público, cuando debería denunciarlo en todos los foros internacionales.
En lugar de recibir a Tillerson y Kelly la semana que entra, como si no pasara nada, el gobierno de Peña debería plantear que no hay condiciones para negociar ningún tema en tanto no sea retirada la orden ejecutiva que llevará a construir ese muro indignante y absurdo y se deje de perseguir y criminalizar a connacionales. ¿De qué y cómo se puede negociar algo si los agravios persisten? No se trata de romper relaciones, ni cosa por el estilo, con un país del que dependemos tanto -y ellos de nosotros-, sino de plantear con inteligencia, imaginación y dignidad las nuevas reglas del juego que no pueden ser otras que las que nos da el derecho internacional.
El ex presidente Zedillo escribió en el Washington Post: “… lo prudente sería asumir que el presidente Trump matará al TLCAN” y que intentar negociarlo sería una “pérdida de tiempo… tal vez desee ir más allá de la cancelación del TLCAN y tratará de imponer barreras adicionales al comercio con México. Mi país debe estar dispuesto a utilizar todos los instrumentos jurídicos posibles, en particular los proporcionados por la Organización Mundial de Comercio, para impugnar cualquier acción arbitraria e ilegal. El presidente Trump podría incluso considerar la retirada de Estados Unidos de ese árbitro central de las disputas comerciales internacionales, momento en el cual la cuestión mexicana se convertiría en un problema mundial que tendría que ser enfrentado por toda la comunidad internacional”.
Sobre el Muro, Porfirio Muñoz Ledo, hombre de mil batallas, ha colocado el tema con claridad meridiana: “El tema del muro no es un asunto binacional… ni un problema del TLCAN… Este es un problema mundial y México es el país más agraviado”.
Para quien fuera presidente del Consejo de Seguridad de la ONU, el Muro con México se ha convertido en el gran símbolo mundial. Tanto como lo fue, en su momento, el apartheid. México, afirma, debe acudir de inmediato a los organismos internacionales para denunciar violaciones a derechos laborales, humanos, ambientales y otros, e intentos de desestabilización financiera.
Urge que el gobierno replantee su estrategia frente a este gigante desatado. La llegada de Gerónimo Gutiérrez como nuevo embajador en Estados Unidos podría significar el primer paso para replantear los ejes por los cuales México debería librar esta batalla.
Bien haría el gobierno en escuchar a los diplomáticos y juristas mexicanos de larga historia -que los tenemos y muy buenos- para redefinir la postura de nuestro país en esta encrucijada histórica.
Si México da los pasos firmes y correctos que la situación exige, desatará -en automático- una ola de solidaridad global. El mundo está contenido, esperando a que el gobierno de Peña Nieto salga de su caparazón, haga a un lado la tacita de té con la que quiere apaciguar al gigante y se decida a presentar recursos formales ya, ante la ONU, la OEA, La Haya, la OMC y cuanto tribunal internacional se requiera. Antes de que sea demasiado tarde. Antes de que meta a México en una dinámica absurda, inútil e indignante.
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