“El virus no se toma el fin de semana libre”. El gobernador de California, Gavin Newsom, encontró en esta frase el lunes el eslogan perfecto para que lo escucharan en los diarios los miles de personas que el fin de semana pasado se acercaron a la playa desafiando las órdenes de cuarentena.
Las imágenes de los arenales supuestamente abarrotados dieron inicio a una polémica que va engordando día a día alimentada por el calor, la política, la incertidumbre económica y las ganas de salir de casa después de seis semanas de cuarentena para frenar el coronavirus.
En dos condados que mantienen abiertas sus playas, Orange y Ventura, se vieron las fotos que nadie quería ver.
El contraste fue evidente entre las playas del condado de Los Ángeles o el sur de San Francisco, vacías y precintadas.
Las imágenes del fin de semana mezclaban muchas cosas. Sí, había mucha gente en las playas de Orange.
Crece la presión para aliviar las restricciones estatales y locales que han asfixiado a la economía, cerrando muchas empresas y sumando casi 4 millones de personas a las listas de desempleados.
Sin embargo, las autoridades de salud han advertido que las aglomeraciones facilitan el contagio y que el gobierno debe ser cuidadoso a la hora de mitigar las restricciones para evitar una nueva ola de infecciones.
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