De acuerdo con un estudio de una alumna del Doctorado en Biología Experimental de la UAM, advierte que una dieta alta en azucares añadidos se relaciona con el desarrollo de hígado graso no alcohólico y la progresión de cáncer, lo que hace necesario impulsar campañas dirigidas a la disminución del consumo de estos productos en la población.
La investigadora Chávez Rodríguez señaló que es importante iniciar con una campaña para la disminución de estos alimentos, ya que de lo contrario en 20 años se registrará un aumento considerable de esa enfermedad.
La investigación lleva el título “Efectos tumorales y cancerígenos de la fructosa” y se realiza en el Laboratorio de Medicina Experimental y Carcinogénesis de la Unidad Iztapalapa de la UAM.
Ahí, la doctorante expuso que uno de los principales factores de riesgo de cáncer hepático es el hígado graso no alcohólico, que a su vez responde a un estilo de vida en el que imperan regímenes alimenticios hipercalóricos.
Este padecimiento se ha convertido en uno de los problemas de salud más preocupantes, al haberse ubicado como un mal crónico muy común en los últimos 30 años, mientras que el cáncer hepatocelular es el tercero entre los más mortales en el país, que está entre los primeros cinco del mundo con mayor ingesta de productos ricos en azúcares añadidos y se sabe que uno de los principales endulzantes en la industria de los comestibles es el jarabe de maíz, con gran contenido de fructosa.
“Es alarmante que entre la población adulta las dosis de agua sean sustituidas por bebidas endulzadas, sobre todo refrescos, así como la preferencia por pan dulce, galletas, helados y otros artículos procesados, lo cual favorece el desarrollo de las enfermedades metabólicas, incluido el hígado graso no alcohólico”, alertó la maestra Chávez Rodríguez.
En México, esta condición representa entre 15 y 20 por ciento del cáncer hepatocelular, lo que hace predecible su aumento en los años venideros.
Chávez Rodríguez explicó que el objetivo central de su trabajo es determinar las consecuencias de una dieta alta en fructosa sobre el avance de este tipo de asuntos y hasta ahora, los resultados muestran “cambios morfológicos en las células hepáticas, potenciando la proliferación de éstas, su diferenciación hacia células malignas y con ello, el incremento del número de tumores y su agresividad”.
Además añadió que “encontramos es que los tumores presentan características potencialmente más agresivas, que hacen que esta clase sea mucho más difícil de atender”, es decir, se complica mucho más el tratamiento para los pacientes por la resistencia a las terapias existentes.
Otros de los desafíos que Chávez Rodríguez ha identificado son los cambios que ocurren en los pulmones, donde la fructosa potencia la generación de adenocarcinomas, además de su relación con los trastornos cardiovasculares.
El daño a órganos tan importantes hizo indispensable emprender indagaciones para hallar los mecanismos por los cuales la fructosa impacta de manera negativa al corazón, “un tema que se ha convertido en otro de los estudios que hacemos en conjunto con el Instituto Nacional de Cardiología Ignacio Chávez”.
“En ese sentido, lo que buscamos es llegar a diagnósticos más certeros y ofrecer mejores pronósticos de vida, así como desplegar líneas de tratamiento más adecuadas, ya que hay muchas personas con cáncer hepático que no responden a las terapias convencionales” señaló la estudiante.
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