En plena celebración, ocurrió el más triste de los sucesos. Después de una corta convalecencia falleció Rosalinda López Hernández, gran política tabasqueña, impulsora de Andrés Manuel López Obrador desde los inicios del Partido de la Revolución Democrática, además de haber sido diputada local, diputada federal, senadora y directora del SAT. Su trágico deceso se da apenas días después de haber ganado por segunda vez como senadora.
Rosalinda provenía de una gran familia, es la segunda hija de Payambé López Falconi, el muy amado notario que apoyaba a escondidas a López Obrador en medio de la represión reinante del priismo de aquel entonces. Otro hijo de don Payambé es Adán Augusto, ex gobernador de Tabasco, ex titular de la Segob y coordinador político de Claudia Sheinbaum, a quien el presidente de la República ha llamado su “hermano”.
“Me quedo con su sonrisa, su compromiso y su generosidad”, fueron las palabras de Adán Augusto al dar la noticia del deceso de su hermana. Yo, que tuve oportunidad de entrevistarla y además pude conocer a muchos de sus amigos y colaboradores, puedo confirmar la exactitud esta descripción. Siempre sonriente, trabajadora como pocos, de extraordinario talento y muy querida por su comunidad. Esa era Rosalinda.
Sí, era la hermana de Adán Augusto, pero también era un importantísimo cuadro político de Morena por derecho propio, con un futuro promisorio. Al leer las noticias sobre este lamentable hecho, constato con tristeza que se le parece reducir a este nexo familiar (algunos otros, destacan de forma igualmente reductivo que se trataba de la pareja de Rutilio Escandón, gobernador de Chiapas). Esto es algo injusto, en vista de su trayectoria y su legado.
Licenciada en contabilidad y con una maestría en auditoría económica, Rosalinda López fue la primera de sus cuatro hermanos en dar el salto a la política. Seamos claros, sus padres, el notario Payambé López y la maestra normalista Aurora Hernández, eran personas enormemente instruidas y muy involucradas en su entorno, incluido en temas políticos, pero nunca les agradó el dedicarse a la política como actividad.
Esto, aunque don Payambé, como atestigua hoy López Obrador, apoyaba a la izquierda en secreto, dando fe de irregularidades electorales, cosa a la que ningún notario se atrevía, además de abrir una cuenta bancaria para que amigos pudieran sostener el movimiento. Doña Aurora, en tanto, enviaba alimentos y apoyo a quienes en el 1988 mantenían un plantón, cuando le robaron la gubernatura a AMLO.
Rosalinda también veía con desagrado el atraso en que estaba sumido su amado Tabasco, por culpa de la represión de los gobiernos priistas, y participaba con su madre en el apoyo a quienes luchaban en favor de la democracia.
Por ello, con decisión, sin estar afiliada en ninguna fuerza política, aceptó la invitación del PRD para encabezar una candidatura, a diputada local, la que ganó.
En ese entonces, no tenía gran experiencia, no conocía a los actores políticos y sus alianzas, pero tenía claridad en sus ideales, por lo que cosechó éxitos, logrando después la diputación federal y después la senaduría.
Su hermano, Adán Augusto, también se sumó a la política, pero él inicialmente a través del servicio público, pues era parte de una generación de jóvenes quienes tenían como meta modernizar la gestión pública. Fue así como se incorporó en el Gobierno de Tabasco, escalando posiciones hasta alcanzar la secretaría de Gobierno. Sin embargo, el fraude electoral cometido por Roberto Madrazo, y el intento ilegítimo de nombrarlo a él como gobernador interno hizo que abandonara esa administración, y siguiera a su hermana en el Sol Azteca.
En ese entonces, comenzaron a ser llamados los “exitosos López”, pues ganaban todas las elecciones a las que se postulaban, gracias en gran parte a una estrategia de visitas “casa por casa” y recorridos maratónicos por todas las comunidades, iniciada por Rosalinda y seguida por Adán Augusto en toda su carrera política, incluso en su precampaña presidencia, donde visitó los 32 estados de la República.
Si bien sonó como candidata a gobernadora, el PRD optó por Arturo Núñez. Rosalinda acató con disciplina, pero muy pronto vio la estafa del “Pacto por México” y la inminente traición hacia López Obrador por gente como Arturo Núñez y Gerardo Gaudiano, por lo que renuncia al Sol Azteca. Su pareja se convierte en gobernador de Chiapas y a ella le toca trasladarse a aquel estado, ya integrada de lleno al proyecto de Morena. Después le llega una gran responsabilidad, dirigir el SAT, lo que logró pese a todos los escollos y críticas.
El pasado domingo, arrasó en las urnas, para ir al Senado por segunda ocasión a representar a Tabasco. Tristemente eso ya no sucederá. Se va antes de tiempo un enorme talento, con firmes ideales y valores.
Pero más allá de los cargos y las responsabilidades, todos con quienes he conversado, para la elaboración de mi libro y documental sobre Adán Augusto, coinciden en destacar su carácter afable, siempre sonriente, y su enorme corazón, pendiente de ver cómo ayudar a su prójimo. Al igual que su hermano, en todos sus caminatas y andares, no dudaba en ver de qué manera apoyar a quien se le acercara.
Ese será su gran legado, de generosidad, de amor por México y de incansable lucha por lograr un país más igualitario, una mujer extraordinaria.
Que en paz descanse, Rosalinda.
Sé el primero en comentar