Hay victorias que cuestan sangre, sudor y lágrimas. Así fue la que consiguió México en el Estadio Nacional de Costa Rica, la primera en el escenario desde 2012. Ganar en eliminatoria, como sea, es la consigna, porque los puntos no entienden de méritos ni consideraciones estéticas. Ganar, ganar y volver a ganar, qué diría Luis Aragonés.
Pero, ¿cuál es el precio? En esta ocasión, fue el tobillo de Alexis Vega, de cuya valoración depende gran parte de los recursos ofensivos del Tri (y la temporada de las Chivas). El gol de Orbelín Pineda fue suficiente en una noche agridulce en San José.
Mexicanos y ticos no esperaron a que la cerveza Imperial hiciera efecto para empezar a insinuarse. Un misil de Leal se perdió en el Parque de La Sabana, Keylor enfrió un testarazo de Funes Mori y Guzmán interceptó la metralla de ‘Charlie’ Rodríguez.
Todo ello, en los primeros siete minutos. Gallardo encontró un sendero entre la frondosa selva, zona por la que Vega percutió con bríos olímpicos, hasta encontrar con la diligente y apasionada defensa de Blanco. En un hueco que debía custodiar Gallardo, Leal avanzó hasta la línea final, Bryan Ruiz la adormeció con su zurda de seda y Ochoa recostó para apagar el peligro.
Réplica tricolor: Guardado birló a Duarte y Funes Mori retó a Keylor a duelo; el legendario guardameta venció, como usualmente suele hacerlo, con una prodigiosa mano subterránea (y quizá celestial). Las deudas se le empiezan a acumular a Funes.
El enésimo equívoco de Funes Mori congeló el partido. Ambas selecciones reposaron mientras el sol se ponía tras la serranía verde que abraza al valle de San José. El nacionalizado argentino, ávido de limpiar el honor, buscó en los cielos una pelota furtiva, y Blanco lo aplacó en un intento por desnudarlo.
Fue entonces cuando Calvo pilló a Vega con el pie derecho anclado al pasto. El rictus de dolor del bronce olímpico no invitan al optimismo. El atacante se retiró cobijado por un puñado de tímidos aplausos que descendían de las gradas del Estadio Nacional. Las medallas olímpicas, lamentablemente, no aportan inmunidad a lesiones.
El partido se llenó de minas antipersona y fango, y el enconó se duplicó en las gradas, hasta que Guardado se deshizo de Calvo y le cepilló la espinilla. Si lo contacta de lleno, Guardado termina en Honduras. Orbelín, sustituto de Vega, con pasmosa tranquilidad, intercambió las penurias por un gol de oxígeno.
Ambas selecciones emergieron de los vestuarios taciturnas. Entre la desconexión del circuito central nervioso del sistema de Suárez (Guzmán-Ruiz) y la glotonería de Funes Mori (serán los efectos digestivos del ‘gallo pinto’) al ejecutar un pase de trámite, el encuentro cayó en marasmo. Quizá la preocupación por el estado de Vega aminoró las pasiones sobre el terreno de juego.
Ni la pluma de Jorge Debravo o una rola de José Capmany arreglaban esto. Tampoco lo hicieron el obús de Fuller, que estremeció el travesaño de Ochoa, ni el tiro ancho de Marín, que se escurrió suplicando, agónico. Solo hasta entonces los pupilos de Suárez recuperaron la conciencia. Demasiado tarde. México salió vivo de Costa Rica. Y con varios puntos en su tarjeta de crédito para comprar un vuelo a la península arábiga.
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