Emily en París es un contenido que ha resultado exitoso para Netflix. Mientras de miles de comentarios son positivos en redes sociales, un país entero está en contra de la serie.
El marketing y la publicidad son protagonistas porque el personaje principal justo trabaja en la industria como una estratega infalible que llega a París a dar su perspectiva de las redes sociales y cómo pueden impulsar una campaña, producto e incluso marca.
Incluso habla sobre la inutilidad de los influencers cuando no hay una estrategia clara y establece que el contenido de calidad es una buena respuesta ante la carencia de conversación alrededor de la compañía.
Al parecer es un punto negativo poner la mirada del estadounidense promedio sobre París y su vida porque según las críticas desde Francia, resulta un compendio de clichés, incluyendo mimos, baguettes, cafeterías glamourosas y una postal en la que la torre Eiffel, el Louvre y el Arco del Triunfo no pueden faltar.
Para Premiere: “En ‘Emily en París aprendemos que los franceses son ‘todos malos’, que son vagos y nunca llegan a la oficina antes de que acabe la mañana, que son insinuantes y no están ligados al concepto de la lealtad, que son sexistas y retrógrados.”
Sens Critique termina con la reputación de los creadores: “Los guionistas deben haber dudado durante dos o tres minutos si poner una baguette bajo el brazo de cada francés, o incluso una boina para distinguirlos. En la otra cara de la moneda, todos fuman cigarrillos y flirtean a muerte”.
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