El río más largo de Siria corría antes junto a su olivar pero ahora fluye a kilómetros de allí. Entre sequías cada vez más severas y estrategias geopolíticas, Jaled el Jamis ve cómo sus árboles se marchitan y su familia se queda sin agua.
“Es como si estuviéramos en pleno desierto”, lamenta este agricultor de 50 años, de pie sobre un terreno que hace un año formaba parte del lecho del río Éufrates, antes de una sequía casi sin precedentes.
“Pensamos en irnos. Ya no queda agua para beber o regar los árboles”, explica.
Organizaciones internacionales, analistas e ingenieros advierten ante una catástrofe humanitaria inminente en el noreste de Siria, donde la reducción del caudal del río agrava una situación socioeconómica desastrosa tras una década en guerra.
Según ellos, el desplome del nivel de agua desde enero amenaza con privar de agua y electricidad a cinco millones de sirios en plena pandemia de coronavirus.
Tras un invierno marcado por muy pocas precipitaciones, el caudal de agua que llega a Siria desde Turquía se redujo a la mitad respecto a lo habitual, según las cifras de embalses sirios citados por oenegés y Naciones Unidas.
En el noreste de Siria, región dominada por los kurdos, se acusa al enemigo turco de usar el agua como arma política, controlando el caudal río arriba. Ankara lo desmiente y una fuente diplomática habla de cambio climático.
Sea como sea, en las afueras del pueblo de Rumeila, donde vive Jamis, las largas mangueras antes usadas para regar están abandonadas. El río ahora está tan lejos que poner en marcha los equipos de bombeo es demasiado caro.
– Antaño, el jardín del Edén –
“Las mujeres deben caminar siete kilómetros para llenar un cubo de agua potable”, explica el agricultor.
Para adaptarse, él y sus vecinos plantan maíz y frijoles en terrenos antiguamente sumergidos.
Conocido por haber atravesado el mítico jardín del Edén en la Biblia, el Éufrates fluye durante más de 2.800 kilómetros.
En la Antigüedad regaba junto al Tigris la fértil Mesopotamia, “el país entre los ríos”, considerada una de las cunas de la humanidad.
El Éufrates nace en Turquía y, teóricamente alimentado por las lluvias invernales, cruza en diagonal Siria y llega a Irak, donde confluye con el Tigris antes de desembocar en el Golfo.
En Siria hace funcionar tres embalses hidroeléctricas y estaciones de bombeo de agua potable. En la presa de Tishrin, su director Hammud al Hadiyyin advierte de un descenso “alarmante” y nunca visto del caudal.
Apenas a unas decenas de centímetros del “nivel muerte”, a partir del que las turbinas ya no producen electricidad.
“Es una catástrofe ambiental, humanitaria, pero también para la seguridad alimentaria y la producción eléctrica”, dice Al Hadiyyin.
En el noreste de Siria, la producción eléctrica ya cayó un 70% el año anterior, indica el director de la Autoridad de la Energía, Welat Darwich.
Y dos tercios de las estaciones de agua potable alimentadas por el río vieron su producción perturbada por la sequía, según NES Forum, una coalición de organizaciones humanitarias.
– “Una de las peores sequías” –
En 1987, Siria firmó un acuerdo con Turquía para aprovisionarse cada año de 500 m3 de agua de media por segundo. La cantidad actual apenas supera los 200 m3, indicaron a la AFP los responsables de los embalses sirios.
Para los kurdos de Siria, Ankara retiene un excedente en sus presas. Turquía “nunca ha limitado, por fines políticos o de otro tipo, la cantidad de agua que libera”, asegura una fuente diplomática turca bajo anonimato.
“Nuestra región se enfrenta a una de las peores sequía debido al cambio climático”, añadió este responsable, apuntando al nivel de precipitaciones “más bajo registrado en los últimos 30 años”.
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