Tras 4 años enterrados, los huesos se limpian y depositan en cajas de madera como parte de una costumbre maya para mantener el contacto con los difuntos
KANTUNILKÍN, Q. Roo.- En la Zona Maya de Quintana Roo continúa vigente una particular tradición que para muchos podría ser un tanto extraña y hasta desagradable, pero que para las familias de esta región es una forma de venerar, convivir y mantener contacto directo con sus familiares difuntos. Nos referimos a exhumar los restos óseos de los sepulcros y depositarlos en cajas de madera dentro de pequeñas criptas abiertas para poder manipularlos constantemente.
En esta celebración del Día de Muertos, El Quintana Roo.mx visitó el popular panteón municipal de la ciudad de Kantunilkín, municipio de Lázaro Cárdenas, lugar sagrado donde existe un gran arraigo por las tradiciones ancestrales, lugar respetado donde se practica al pie de la letra esta costumbre milenaria todavía por las nuevas generaciones.
Cuando una persona fallece, independientemente de su edad, se le hacen los servicios funerarios como se acostumbra en la región y es enterrada en un ataúd convencional de manera tradicional. En los próximos años es visitado por sus parientes y amigos como en cualquier parte de la península.
La gran diferencia es que, a los cuatro años de haber recibido cristiana sepultura, los familiares extraen sus osamentas en una ceremonia especial, las limpian con aceites, las depositan en pequeñas cajas de madera y las guardan en mausoleos en los que quedan expuestas de manera permanente, a la vista de los visitantes.
“Es parte de la cultura de las familias de la región. Es para mantener mayor contacto con los seres queridos”
“Es parte de la cultura de las familias de la región. Es para mantener mayor contacto con los seres queridos. No es obligatorio desenterrarlos, va a depender de las creencias de cada quién, pero aquí lo que la mayoría acostumbra es recoger los restos y colocarlos en un lugar especial”, informó Santo Domingo, sepulturero del panteón municipal de Lázaro Cárdenas.
Por supuesto, realizar estas prácticas conlleva algunas dificultades para los deudos, pues el hecho de que las osamentas permanezcan a la intemperie atrae a los animales carroñeros, y lo que es peor, provoca el saqueo de personas sin escrúpulos o malintencionadas que trabajan la hechicería negra.
“Lo que hemos tenido que hacer es ponerles rejas a las criptas, porque viene gente a robarse los cráneos para practicar la brujería. Se acostumbra mucho por esta zona llevarse los restos, los cráneos principalmente, para hacer rituales satánicos. Hay muchas religiones extrañas que son las que hacen eso”, aseguró don Felipe, quien en ese momento limpiaba los huesos de su madre.
Cualquiera de los visitantes puede limpiar personalmente los restos óseos de los difuntos cuando mejor lo considere pero, si de hacer un buen trabajo se trata, existe un grupo especial de personas dedicadas a hacer esta tarea. En todo Kantunilkín son unos 20 especialistas y los habitantes saben dónde encontrarlos. Eso sí, sus honorarios son bastante considerables porque no cualquiera tiene la habilidad para manipular las delicadas osamentas.
Fotos: Francisco Javier Robles
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