MADRID, ESPAÑA.- El ruido y las luces de los fuegos artificiales son señal inequívoca del cambio de año. La alegría explota en el aire, mientras que miles de personas se abrazan con entusiasmo. El reloj es siempre clave y -al llegar la medianoche- la felicidad parece estallar en las casas. El mes de diciembre es uno de los más esperados por millones de familias para celebrar con música, comida, tradiciones, regalos y la quema de pólvora.
En algunos países de América Latina donde aún no están prohibidos, y por cierto en Alemania, los productos pirotécnicos se suman como gasto al presupuesto familiar. Los cohetes, luces, estrellitas, cherry bombs, morteros o metralletas no pueden estar ausentes en la medianoche del 24 y 31 de diciembre, cuando es usual que los vecinos salgan a las calles para encender su armamento y, así, lucir su alegría.
Desde el inicio del mes, en los centros comerciales, las calles y mercados, se pueden encontrar distintos tipos de negocios donde se vende pirotecnia de todo tamaño, precio y color. Ya sea que se quiera pintar la noche con explosiones luminosas o hacerse sentir con el ruido de las detonaciones, la celebración tiene que ser a lo grande. El problema es que, año con año, algunos parecen olvidar los tradicionales viajes a los hospitales a causa de quemaduras por pirotecnia. Las niñas y los niños son, en su mayoría, las víctimas de las fiestas.
Las emergencias navideñas
Las autoridades sanitarias de distintos países de América Latina suelen declararse en alerta en el último mes del año. Previo a las fiestas, lucen la creatividad de sus equipos a través de campañas masivas, con las que esperan disuadir a la población. Ya sea con animaciones, actores que hablan a la cámara, canciones tenebrosas y luces de ambulancia, los gobiernos intentan impedir que sus habitantes compren pirotecnia, o –por lo menos- que se aseguren que las niñas y los niños no la usen.
Hay iniciativas de ley, planes nacionales, discusiones en redes sociales y en los Parlamentos, argumentos a favor del medioambiente, de las mascotas o de personas con discapacidad. Pero, casi siempre, fracasan quienes quieren abolirla. Lo que sí es seguro es que siempre hay heridos.
Previo a la celebración del Año Nuevo, ya hay en distintos países de América Latina al menos 630 personas que fueron heridas por la mala manipulación de la pólvora durante los festejos de Navidad. Las lesiones más comunes reportadas son las quemaduras de distintos grados que afectan las manos, los ojos, las piernas, la cara y cabeza. El Gobierno de México –que recientemente decretó contingencia ambiental a causa de la pirotecnia navideña- calcula que en el último mes del año, la atención médica aumenta en 300 por ciento por quemaduras ocasionadas por los fuegos de artificio. El grupo de mayor riesgo, dicen, son niñas y niños de 5 a 14 años de edad.
Aunque México ha regulado la quema de cohetes en la vía pública, también reporta por lo menos 17 personas con casos de quemaduras, incluidas las faciales de hasta tercer grado. Panamá se suma a la lista con al menos 14 pacientes ingresados a la Unidad de Quemados, del Hospital del Niño Dr. José Renán Esquivel. Por su parte, Honduras y Paraguay reportaron ocho personas –cada uno– lesionadas por manipular petardos. Además, Costa Rica tiene cinco pacientes por quemaduras en el Hospital de Niños y Puerto Rico, tres. (DW)
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