CIUDAD DE MÉXICO. –Dos semanas después del 13 de mayo de 1942, cuando ocurrió el hundimiento en aguas del Golfo de México del buque petrolero Potrero del Llano por submarinos alemanes, México tenía la justificación para entrar el 28 de mayo a la Segunda Guerra Mundial.
Alemania aducía que los barcos mercantes de México suministraban hidrocarburos a Estados Unidos; una semana después, el 20 de mayo, la marina germana hundió otro buque mexicano: el Faja de Oro.
Dos días después, el 22 de mayo, el entonces presidente Manuel Ávila Camacho decretó que México entraba en estado de Guerra contra los Países del Eje: Alemania, Italia y Japón.
La embajada de México en Suecia notificó la decisión: Alemania se negó a recibirla e Italia y Japón no contestaron; el gobierno de México esperó seis días para la respuesta, y al no obtenerla, surtió efecto el estado de Guerra el 28 de mayo de 1942.
El presidente Manuel Ávila Camacho dijo entonces que México se presentaba a cumplir “el más grave de los deberes que incumbe a un jefe de Estado: el de someter a la representación nacional la necesidad de acudir al último de los recursos de que dispone un pueblo”.
El historiador Íñigo Fernández, investigador de la Escuela de Comunicación de la Universidad Panamericana (UP), expuso en entrevista con Excélsior que las circunstancias obligaron a México a dejar la neutralidad en esta conflagración.
Entonces, a partir de ahí, Ávila Camacho tiene que ser consecuente: si había dado una semana de margen para recibir una respuesta positiva, y la respuesta es un hundimiento (de otro buque, el Faja de Oro), no hubo otro camino que seguir”, refirió.
Relató que posteriormente, entre junio y septiembre de 1942, serían hundidos otros cuatro buques mexicanos: el Tuxpan, Las Choapas, el Oaxaca y el Amatlán.
México participaba así en apoyo de los Países Aliados contra los del Eje suministrando combustible, principalmente petróleo, para las fuerzas militares de Estados Unidos.
Aquí lo interesante es que México no sólo participa con el petróleo, que eso es como lo más elemental, lo más visible; también participa enviando obreros a Estados Unidos para que ocupen el lugar de los que están luchando en los frentes; fue un proyecto muy interesante, porque entraban legalmente con las mismas condiciones laborales, mismas prestaciones y mismos ingresos que los trabajadores estadunidenses.
El acuerdo establecía que, en el futuro, cuando la guerra terminara, aquellos obreros mexicanos que voluntariamente se regresaran a México podrían regresar legalmente a trabajar a Estados Unidos por seis años. El acuerdo fue roto en 1950 por Estados Unidos en una cuestión unilateral”, relató Fernández.
Después de pláticas en el Congreso fue hasta el 8 de mayo de 1944 que el gobierno anunció que soldados mexicanos serían llevados a distintos frentes de batalla. El presidente Ávila Camacho decretaba que las Fuerzas Armadas de México participarían en la liberación de las islas Filipinas.
Bajo la Bandera Nacional levantó el vuelo el legendario Escuadrón 201, integrado por casi 300 hombres, que conformaron la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana que se dirigió al archipiélago de las siete mil islas.
Tuvieron una preparación previa en Estados Unidos de más de un año; entonces, cuando se integra el Escuadrón 201, pues también es una cuestión más simbólica, como para ponerle la cerecita al pastel. Que tampoco pasa inadvertida esta participación. Tengo entendido que en Manila hay un monumento para los pilotos del Escuadrón 201”.
Luego del lanzamiento de Estados Unidos de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki entre el 6 y 9 de agosto de 1945, Japón se rindió a las fuerzas armadas aliadas el 14 de agosto, y con ello capitulaban los tres Países del Eje.
En México, los periódicos anunciaron con grandes encabezados la rendición de Japón y el regreso del Escuadrón 201 desde las Filipinas, por lo cual una multitud se reunió en el Zócalo de la Ciudad de México a recibir a los miembros de la Fuerza Aérea Mexicana.
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