Fue en repetidas ocasiones en que Chavela Vargas despotricó contra su país natal, decía que Costa Rica la ahogaba, que la libertad había que buscarla fuera y que su vida comenzó cuando huyó de Centroamérica y se entregó a los brazos de México.
Aunque luego se enamoraría también de España, nunca pudo reconciliarse suficiente con el país que la parió en 1919.
El resentimiento lo llevó hasta la vejez, cuando ya se reconocía homosexual y se comprendía mejor el desagrado que le significaban los recuerdos de ella como la única niña que vestía pantalones entre las fincas de café en el municipio Flores, en la provincia Heredia.
Esa Costa Rica conservadora y confesional, con el catolicismo como religión oficial explícita en la Constitución, resarce este martes una parte de la factura que Chavela se llevó a la tumba.
El Estado costarricense es el primero en Centroamérica en reconocer el derecho de las personas del mismo sexo a casarse “con quien se les dé la gana”, diría La Chamana.
Este 26 de mayo se agota finalmente el plazo de 18 meses que el Tribunal Constitucional fijó a finales del 2018, después de que el matrimonio igualitario partió las aguas en las elecciones de ese año, tras 15 años de intentos legales y después de décadas completas de lucha abierta o clandestina por derechos para la población homosexual.
Nada hace prever que Chavela Vargas se habría casado, su espíritu caprichoso no calzaba con la idea de firmar un contrato de matrimonio jurándose amor eterno.
“Chavela Vargas huyó de Costa Rica y una puede entenderla. Nosotras ya habíamos decidido irnos de Costa Rica si en el 2018 ganaba Fabricio Alvarado”.
Ahora, llegada la fecha, podrán casarse y acceder a los derechos de patrimonio familiar, a un seguro conjunto o a una eventual herencia.
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