Nadie debería haber sabido el nombre de Bella Lamilla.
Pero a las pocas horas de su diagnóstico como “paciente cero” del coronavirus de Ecuador, estaba circulando en las redes sociales junto con fotos que mostraban a la maestra retirada inconsciente e intubada en una cama de hospital.
Su familia, numerosa y unida, vio con horror cómo comenzaba a desarrollarse una doble tragedia:
Mientras Lamilla luchaba por su vida en cuidados intensivos, unos desconocidos empezaron a destrozar su reputación en internet.
La creciente pandemia global ha puesto a prueba los intereses de la salud pública y de la privacidad, con miles de personas y familias experimentando tanto enfermedades físicas como el estigma menos discutido que puede venir con ellas.
Lamilla es un ejemplo de cómo para los pacientes y sus seres queridos, el coronavirus puede venir acompañado del estigma y la revictimización.
Es la otra cara de las historias que han surgido sobre la solidaridad y las buenas acciones: desafortunadamente, la pandemia también está sacando a relucir el lado más oscuro de algunas personas: el miedo, la ira, el resentimiento y los prejuicios.
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