CIUDAD DE MÉXICO.- En el peor momento de su mandato, el presidente de México cometió la más grande estupidez política que nadie hubiera imaginado. Peña Nieto quedó atrapado en una madeja absurda, ridícula y humillante de la que va a ser muy difícil, por no decir imposible, que salga. La agravante es que cayó en una trampa que se puso a sí mismo o que permitió que le pusieran sus asesores. ¿En qué momento Peña Nieto decidió tan tremendo despropósito? ¿Quién le recomendó meterse, así, en un callejón sin salida? ¿Acaso nadie en el gabinete lo alertó de que Donald Trump les comería el mandado de esa manera? ¿Nadie se tomó la molestia, por lo menos, de garantizar primero que la candidata Clinton vendría a México antes de invitar al personaje indeseado? ¿Quiénes y bajo qué criterios están tomando decisiones como ésta que no solo dañan a Peña sino que ponen a México en una posición ridícula y humillante frente al resto del mundo?
La sorpresiva invitación girada a los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos, Hillary Clinton y Donald Trump, para reunirse con el presidente mexicano en la residencia oficial de Los Pinos, derivó en una grotesca escena que ha desatado una ola de indignación y burla en ambos lados de la frontera. La andanada de insultos y reclamos a Peña Nieto, especialmente en las redes, ha tomado dimensiones insospechadas. Intelectuales, líderes políticos, organizaciones y población en general, se han manifestado en las últimas horas de manera severa, no solo por la insólita decisión de invitar al candidato Trump a territorio mexicano, sino por la falta de carácter, tibieza y sumisión que mostró Peña ante un personaje que ha reiteradamente insultado y agredido a México llegando, incluso, a insinuar una declaración de una guerra.
Los intentos de disculpa que Peña Nieto articuló en su mensaje para congraciarse con su invitado resultaron vergonzosos. Indigno fue hacer pasar como “malos entendidos” los agravios y amenazas proferidos por Trump en contra de México; indigno fue, también, emitir un tuit “explicativo”, para decir sobre el muro lo que no se atrevió a decir frente a Trump durante la conferencia de prensa.
Algunas voces califican a Peña de torpe, insensible, pequeño y cosas peores. Otras han subido de tono y usan la palabra traición, para sostener una crítica. Alejandro González Iñárritu, por ejemplo, dijo, en un artículo en El País, que el mandatario mexicano “…entregó lo poco que quedaba ya de dignidad… la invitación de Enrique Peña Nieto a Donald Trump es una traición… es avalar y oficializar a quien nos ha insultado, escupido y amenazado por más de un año ante el mundo entero”.
A la prensa internacional tampoco le pasó por alto un hecho de esta envergadura. Agudos y críticos como el NYT, pusieron el dedo en la llaga para referirse a la visita de Trump el miércoles de esta semana: “…no hubo fricción en la sesión de fotografía, lo que permitió al nominado republicano ensayar su calmada voz de adulto, así como evitar ofender a su base antiinmigrante y humillar a México, todo al mismo tiempo”.
Increíble que el gobierno mexicano no haya sabido que después del encuentro con Peña, el candidato Trump volaría a Arizona para presentar los detalles de su cuestionado programa migratorio. Trump se dio tiempo de devolver el tuit a Peña con un mensaje que habrá ruborizado al mexicano. “No lo saben todavía pero pagarán 100 por ciento del muro”. Vino después el decálogo de su plan migratorio, con el que pretende lo imposible: hacer que vuelvan a México no sólo los 11 millones de indocumentados, sino los hijos nacidos allá, aun y cuando tengan nacionalidad estadounidense. El plan de Trump pretende establecer una prueba de control ideológico -así como se lee- a los inmigrantes, controles extremos a los extranjeros para enfrentar el terrorismo y la ampliación de sistemas electrónicos para corroborar el estatus legal de los trabajadores y desde luego, el muro entre México y Estados Unidos que, para rubor de Peña, volvió a decir: “pagará México al 100 por ciento aunque …ellos aún no lo saben”.
Carmen Aristegui
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