“¿La primavera mexicana?”

CIUDAD DE MÉXICO.- No ha pasado ni la primera semana del año y México se encuentra ya en medio de una encrucijada. Una moneda en el aire; un tiempo de dudas; un país que se debate entre tomar las riendas que le corresponden o seguir rumiando sus frustraciones.

La ola de indignación por el artero “gasolinazo” podría convertirse en detonador de una energía social, largamente contenida, y cuyo encauzamiento colectivo permitiría a la sociedad mexicana organizarse para sacudir -algunos dirían para derrocar- las estructuras políticas que la gobiernan de una forma que no va más.

El plato se colmó; el agua ha llegado a los aparejos. Hay espacio para pensar que llegó el tiempo de una sociedad organizada que logre conducir al país hacia un nuevo derrotero. Cuando observamos la reacción generalizada que ha provocado este agravio, que se suma a tantos otros, no es descartable imaginar una “primavera a la mexicana”.

Si la sociedad mexicana logra sacudirse el miedo, la apatía y la indiferencia y construye nuevos espacios de actuación con las reglas de la democracia y la participación, la historia se escribirá de otra manera. México requiere de nuevos liderazgos y dotar de contenidos a su indignación. México debe plantearse, sin más, qué sí y qué no es lo que quiere como nación. Así de sencillo. Así de poderoso.

Muchos dicen que no habrá tal “primavera mexicana”. Que el gobierno de Peña sorteará -una vez más-  el vendaval que lo arremete y que el coro de voces que lo incriminan hoy, se volverá pronto en paisaje. Que los gritos de protesta se convertirán solo en zumbido. Piensan que desde el poder, con los recursos que cuenta, Peña Nieto sorteará la crisis y que, aunque raspado, volverá a salir del paso y para que las cosas sigan igual esencialmente.

Ante la pasividad de los mexicanos, se piensa, vendrá, simplemente, un control de daños para regresar, más temprano que tarde, a un estado de “normalidad”. Confían en que la gente se acostumbre. Que la gente deje de pensar en manifestarse, participar u organizarse y que caiga de nuevo en la apatía y el desencanto. La gente en México, al final de cuentas, aguanta todo. Se tragará de nuevo el “gasolinazo”. La mayoría, piensan, correrá a protegerse, debajo de la cama, presa de un miedo inducido y de la desinformación, esa que han hecho circular masivamente con reportes falsos sobre violencia, muertos, heridos, golpe de Estado. Solo en la Ciudad de México, la Policía Cibernética había identificado cerca de 1,500 cuentas falsas en redes sociales y se habían registrado -hasta el miércoles- cerca de 100 llamadas falsas a los números de emergencia. Sin embargo, en esta ocasión, al parecer no será tan fácil. Las acciones porriles y de quienes patrocinan trolls, bots y halcones, se están topando con la defensa que hace la gente de sus propios espacios. Ayer en Monterrey ante la acción de vándalos por encargo e infiltrados -que rompieron vitrales y saquearon comercios- la gente los enfrentó en un coro: “Esos no son el pueblo”, repetían. No sería de extrañar que en el resto del país ese grito se multiplicara.

Al momento de escribir este artículo, se anuncia que el presidente Peña Nieto dará un nuevo mensaje a la nación, este jueves por la noche. Cuando el lector lea estas líneas, sabremos ya lo que habrá dicho. No hay otro tema posible que no sea el “gasolinazo”, el enojo de la sociedad; la violencia, saqueos y robos a establecimientos y lo que vayamos viendo las próximas horas.

¿Qué habrá dicho Peña Nieto? ¿Acaso habrá revertido el “gasolinazo” reconociendo, humildemente, que se equivocó y que este río se le está saliendo de madre? O por el contrario, ¿nos habrá anunciado medidas extraordinarias para frenar el “caos que se ha desatado en las calles?”. ¿Se habrá puesto firme y nos habrá anunciado un “toque de queda?”. ¿Acaso que, para mantener a salvo la “seguridad interior de México”, toma como necesarias ciertas medidas que nunca hubiera querido tomar, como sucedió con el “gasolinazo”?

Es este un pulso de la historia, ¿podrá la sociedad mexicana salir fuerte y victoriosa? ¿Podrá impulsarse, positivamente, desde el actual enojo y la indignación? ¿O cargará en la espalda, simplemente, un nuevo motivo de frustración? Solo ella tiene la palabra.

 

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