Los ocho planetas oficiales —perdón Plutón— no son los únicos que sobrevivieron a la formación de nuestro sistema solar, y la Tierra podría tener un planeta hermano al acecho en algún lugar del espacio interestelar, en una «tercera zona» del sistema solar, según un artículo publicado recientemente en la revista Annual Review of Astronomy and Astrophysics.
Esto significa que, si el gigante Planeta Nueve está ahí fuera, podría tener un pequeño compañero.
Más allá de Neptuno
El nuevo estudio examina datos de la misteriosa tercera zona del sistema solar y sugiere que, más allá de Neptuno, podría haber algo del tamaño de Marte pululando en la oscuridad.
La astronomía moderna clasifica todos los planetas conocidos de nuestro sistema solar en tres tipos. Nosotros estamos en uno de los primeros, ya que la Tierra es uno de los cuatro mundos interiores rocosos que orbitan alrededor del Sol dentro del cinturón de asteroides principal que separa a Marte y Júpiter. El segundo grupo es el sistema solar exterior, y también es el reino de los gigantes gaseosos Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Estos acumularon cantidades indescriptiblemente grandes de gas y hielo alrededor de lo que los científicos sospechan que son núcleos rocosos.
Pero la tercera región de nuestro sistema solar se encuentra más allá de lo que normalmente incluimos en una conversación informal sobre los planetas locales.
Más allá de Neptuno está el reino de los planetas enanos como Plutón, Sedna, Eris y cuerpos aún más pequeños, como los cometas. Pero todo esto está incompleto, según los investigadores del estudio reciente.
«Parece poco probable que la naturaleza haya creado cuatro núcleos planetarios gigantes, pero nada más grande que planetas enanos en el sistema solar exterior», argumentaron Kathryn Volk de la Universidad de Arizona y Brett Gladman de la Universidad de Columbia Británica, en el estudio.
Simulaciones
Para comprender completamente cómo nació el sistema solar, los científicos emplean simulaciones computacionales para ver si condiciones o eventos iniciales especiales podrían evolucionar hacia un sistema solar como el nuestro.
Según Volk y Gladman, múltiples modelos que se acercan más a nuestro sistema solar real comienzan con al menos un planeta adicional en una posición desconcertante. De hecho, insinúan que el sistema solar exterior solía albergar uno o más planetas rocosos, aproximadamente del tamaño de la Tierra o Marte, además de los colosales gigantes de gas y hielo que tenemos ahora. Pero con el tiempo, la interacción de estos vagabundos rocosos con los enormes campos de gravedad de los gigantes gaseosos los empujó a una órbita lejana, o incluso a una trayectoria de salida, lejos de todo el vecindario.
«Estoy de acuerdo en que es probable que inicialmente hubiera un planeta Marte allí», dijo el científico planetario David Nesvorny del Instituto de Investigación del Sureste, quien no participó del estudio. «Pero la pregunta es si ha sobrevivido y si tenemos alguna evidencia de ello».
Planeta rebelde
«Encontramos que en aproximadamente la mitad de los casos de sistemas solares simulados como el nuestro, todos los planetas a escala de Marte en el sistema solar exterior fueron expulsados al espacio interestelar», añadió el astrofísico Scott Tremaine, del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. «Pero en la mitad restante, un planeta “rebelde” quedó en una órbita similar a la de la población separada de los objetos del Cinturón de Kuiper».
Si existe este «planeta rebelde», no será el legendario Planeta Nueve, que es un cuerpo mucho más grande que algunos científicos sospechan que existe aún más lejos en el espacio. Y si bien más modelos podrían ayudarnos a precisar dónde acecha este pícaro gemelo de Marte, en última instancia, la única prueba será observarlo.
Para ello podría ayudarnos el Observatorio Vera Rubin, el cual comenzará a estudiar el firmamento a fines de 2023, y tiene la capacidad para detectar un mundo en los bordes de nuestro sistema solar —si este aparece en la sección correcta del cielo—. Esta evidencia definitiva también podría aparecer en los datos de la misión de mapeo de estrellas Gaia, de la Agencia Espacial Europea, si la gravedad del planeta desvía la luz de las estrellas en el fondo.
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