WASHINGTON, EU.- Era el último día de 2016. Un centenar de pasajeros del avión de la aerolínea de bajo coste Sunwing iban a dirigirse del gélido Calgary (Canadá) al cálido Cancún (México). Miroslav Gronych, el piloto de la aeronave, tenía que llegar a las 6 de la mañana al avión. Llegó una hora tarde y completamente ebrio: no podía andar recto, le costó colgar su chaqueta y se quedó dormido con su cara aplastada en una ventana de la cabina. En las horas previas, Gronych, un eslovaco de 37 años y padre de dos hijos, se había bebido casi un litro de vodka en una habitación de hotel.
Dos meses después, el piloto se declaró este martes culpable de sobrepasar el límite permitido de alcohol en sangre. “Me siento muy avergonzado. Siento muchos remordimientos”, dijo llorando ante un juez. Aseguró que no ha bebido desde entonces.
La Fiscalía pide un año de cárcel. “Puso en riesgo las vidas de 105 personas. Espero que nunca más se le permita volar”, dijo la fiscal Rose Greenwood.
La defensa del piloto solicita una pena menor, alega que no tenía control sobre sí mismo y subraya que ha iniciado un tratamiento contra el alcoholismo. No ha habido casos similares recientes en Canadá y el episodio ha aportado un nuevo matiz al debate sobre la seguridad aérea.
Tras quedarse dormido en los mandos, Gronych descubrió que era el centro de atención del resto de tripulación de la aeronave. Le dijeron que si no abandonaba el avión llamarían a la policía para sacarlo. Se fue andando. Los agentes le esperaban al otro lado de la pasarela y lo arrestaron.
La versión oficial que se comunicó a los pasajeros es que el piloto había enfermado aunque, según testimonios recogidos por medios locales, muchos lo habían visto tropezarse e intuían que estaba ebrio. La aerolínea halló un sustituto para pilotar la nave y el avión partió hacia Cancún a las 8:30 de la mañana. (Fuente: El País).
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