PLAYA DEL CARMEN, Q. Roo.- En todo el mundo hay problemas sociales, ambientales y económicos, y en cada rincón del planeta hay un marcado desinterés de las personas por lo que sucede en su entorno. Lo grave y preocupante es que la ignorancia gana terreno en lugares con una biodiversidad rica y única, como el caso de Playa del Carmen, Quintana Roo, México, en donde la migración se ha convertido en problema por la falta de interés de los recién llegados por conocer en dónde están, qué hay y cómo involucrarse con el cuidado del medio ambiente y fomentar el conocimiento con sus allegados.
Cada año Playa del Carmen transforma su fisonomía bajo la consigna empresarial de generar empleos, mediocres y mal pagados pero empleos al final de cuentas. Construcciones de hoteles en las dunas, viviendas, clubes de playa, devastación de manglar, creación de basureros clandestinos en medio de la selva, en cenotes, cuevas. Fraccionamientos que se extienden sin orden en zonas con fauna y flora únicas que son protegidas por las leyes mexicanas pero no en la realidad: el desarrollo se ha convertido en un pretexto para destruir sin piedad una parte de México que tiene contada su vida o, al menos, sus riquezas naturales.
Al parecer, el gobierno y la sociedad encuentran en Playa del Carmen un escalón para cumplir metas personales: por un lado, para los grupos políticos enriquecerse de manera indiscriminada y, por el otro, para el común de la sociedad, usar un lugar “como paso” para obtener beneficios por encima de la media nacional, aunque no por mucho tiempo.
Las críticas de los medios de comunicación apuntan a los malos gobiernos que se han tenido, a la corrupción e impunidad. Hay un escarnio contra figuras empresariales y políticas por el daño que han hecho. Los medios culpan, son verdugos, inquisidores, pero al final no informan, no educan, no ayudan a la sociedad. Los proyectos importantes de conservación se conocen poco, se difunden escasamente. Se habla de ecocidios, daños, terribles afectaciones, pero no se abordan las soluciones ni los trabajos de aquellos hombres que dedican su vida a la conservación o acciones sociales. Hombres como Raúl Padilla, quien lucha por el jaguar (y otras especies), o Roberto Rojo, biólogo que divulga el conocimiento a través del Planetario Sayab, que se ha convertido en referente en el estado. O especialistas como Marisol Rueda, experta encargada de monitorear la salud del Arrecife Mesoamericano, la segunda barrera coralina más importante del mundo. O Jerónimo Avilés, quien estudia y cataloga los restos fósiles de la Era del Hielo encontrados en suelo quintanarroense. O Karen Fuentes, responsable de los estudios de mantas y su cuidado. Y claro, decenas de anónimos que trabajan diariamente desde su trinchera para detener, o al menos aletargar, el paulatino menoscabo social y ambiental de Playa del Carmen, cuyo futuro es sinuoso y poco alentador.
Más allá de culpar a los malos gobiernos, debemos ver qué se hace por la educación. La problemática social y ambiental, entre otros factores, tiene su raíz en una educación de mala calidad. Los planes de estudio de las universidades evitan las humanidades, las artes. ¿Cómo se puede tener esperanza en una sociedad cuando las humanidades son excluidas de los planes de estudio? ¿Qué tipo de ciudadanos se están formando?
En varias pláticas (de pasillo) con rectores de las universidades de Playa del Carmen, me han confesado que no se incluyen ni las humanidades ni las artes porque los jóvenes no tendrían opciones de empleo. Pero, de ¿qué sirve un empleo sin conciencia social, ambiental? ¿De qué sirve trabajar en un lugar como Playa del Carmen si no se tiene sensibilidad por el entorno? Los planes de estudio en Playa del Carmen son deficientes.
Aunque Playa del Carmen vive momentos críticos –en todos los sectores: salud, educación, social, ambiental, infraestructura– hay hombres y mujeres que buscan sumar para que la situación mejore o se cambie totalmente de rumbo. No hay que confiar en los políticos, ni en el sistema, ni en quienes prometen cambios desde las cúpulas del poder. Hay que exigir, alzar la voz, involucrarse. Conocer a los regidores y diputados y demandar hasta el hartazgo que hagan su trabajo. Los políticos no son diferentes, ni merecen un respeto especial. Aunque caminen con guardaespaldas, no son seres especiales. Son servidores públicos que únicamente merecen respeto si cumplen su función. El aplauso y la reverencia son ridículas. Hay que exigirles, y punto.
Hay gente muy valiosa en Playa del Carmen que busca cambiar las cosas. La sociedad tiene en su poder la diferencia. Playa de Carmen no es turismo ni hoteles cadena, Playa del Carmen es un lugar inigualable con personalidad, con identidad multicultural.
Sé el primero en comentar