CIUDAD DE MÉXICO.- Llego el día. Donald Trump será presidente de los Estados Unidos de América a partir de este viernes 20 de enero y con ello se abre para el mundo, formalmente, una época de dimensiones insospechadas. Un giro dramático en la historia de ese país y, por muchas razones, del mundo entero.
Los ejes que definen la personalidad del excéntrico millonario -que se metió en política y arrebató al establishment de Washington la Casa Blanca- anuncian los peores augurios. Expertos y no expertos le han calificado de narcisista, ególatra, déspota, prospecto de dictador y hasta “perfecto fascista”, como le llamó Enrique Krauze en una entrevista para CNN.
¿Cómo se desplegará la presidencia de Donald Trump a partir de este viernes? Un hombre al que le corre prisa para poner su huella y borrar la de Obama. Prisa para echar a andar el estúpido muro que piensa construir con la intención de que lo paguemos los mexicanos.
Prisa para renegociar el complejo entramado que se tejió con el Tratado de Libre Comercio. Prisa para echar a aquellos que le parezcan distintos y amenazantes. Prisa para expulsar a todo aquel que huela a musulmán o mexicano indocumentado. Prisa para demostrar que no se tienta el corazón con tal de cumplir una visión obtusa y xenofóbica.
¿Cuáles serán los mecanismos legales, políticos o de cualquier índole que se desplegarán en una presidencia como la de Donald Trump?
Lo que hasta ahora es una relación ríspida con una parte de la prensa norteamericana, a la que -a la menor provocación- le llama deshonesta y tramposa, todavía se puede poner peor. Por lo pronto anunció ya que no todos los periodistas y medios podrán entrar a la sala de prensa y no precisamente por razones de espacio.
Para México se avecinan tiempos de incertidumbre y de grandes tensiones económicas, comerciales, políticas, diplomáticas y sociales. Un abanico muy amplio de desafíos para los cuales no parece que estemos trabajando o, no por lo menos, a la velocidad y altura de lo que el magnate norteamericano representa.
Los dos más grandes asuntos en los que Trump ha decidido enfocar sus baterías son el tema comercial y el migratorio, el cual pretende “resolver” con la construcción de un gran muro que -si nos atenemos a su discurso e insistencia- lo llevaría a poner el primer ladrillo apenas salga de la ceremonia de investidura. Del mismo modo, anuncia que la renegociación del TLC empezará el día 1.
Se anuncian ya reuniones de “alto nivel” en Washington a las que acudirían los secretarios de Economía y el recientemente nombrado de Relaciones Exteriores.
De no recomponerse el Tratado en sentido positivo para Estados Unidos -o lo que interprete Trump como una victoria suya- el nuevo presidente está dispuesto, y así lo ha dicho, a sacar a Estados Unidos de ese acuerdo trilateral que se firmó hace más de veinte años junto con Canadá.
La interdependencia que se ha desarrollado entre México y Estados Unidos y la dependencia de México con el norte subrayada con ese acuerdo comercial, obligan a México a definir -a la velocidad del rayo- una estrategia que se plantee los peores escenarios.
El retiro o redireccionamiento de inversiones multimillonarias de Estados Unidos en México, especialmente en el sector automotriz, ante las amenazas de Trump es suficiente señal de que el personaje va en serio y que piensa cumplir lo que ha dicho.
A estas alturas seguir diciendo que una cosa es Trump candidato y otra presidente y que no hará en realidad lo que dijo en campaña es pecar de algo más que ingenuidad. Trump hará lo que dijo que haría, por lo menos en los ámbitos donde tenga acción ejecutiva como, por ejemplo, en el tema del muro y en la revisión del TLC. Ni más ni menos.
Coincidencia o no, a unas horas de la llegada del nuevo mandatario, el Poder Judicial mexicano negó amparo a Joaquín “El Chapo” Guzmán, con lo que se activó de inmediato su extradición a Estados Unidos dándose por inaugurada la nueva era de la relación bilateral. Si lo calcularon o no, quién sabe, pero el hecho se puede interpretar como una cortesía de México al nuevo gobierno que le ha escupido en la cara. Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca del ya presidente Donald Trump.
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