El 7 de abril, mientras Colombia llevaba su cuarto día consecutivo de cuarentena nacional, un concurrido cortejo fúnebre avanzaba por las calles de Bello.
Acompañaba al cuerpo de Edgar Pérez Hernández, alias “El Oso”, el supuesto jefe de la poderosa banda criminal Niquia-Camacol.
Las estructuras del crimen organizado en América Latina, desde las bandas criminales colombianas a las “milicias” urbanas brasileñas y los carteles mexicanos, han seguido demostrando su poder en medio de la pandemia.
“La venta de droga en Estados Unidos cayó. Los precursores químicos procedentes de China dejaron de llegar a los puertos mexicanos”
“Al mismo tiempo crecieron las dificultades para el contrabando de drogas a lo largo de la frontera, por lo que el precio de los enervantes ha incrementado”, Héctor de Mauleon columnista mexicano
En El Salvador, medios locales hablan también de cambios por parte de las pandillas salvadoreñas conocidas como maras.
El 31 de marzo, el sitio de noticias salvadoreño El Faro aseguraba en una crónica que la cuarentena en todo el país había afectado la principal fuente de financiación de las maras, la extorsión.
Los carteles de la droga también han respondido políticamente a la crisis actual.
Buscan el apoyo popular creando redes informales de apoyo a las comunidades que enfrentan la ruina por la pandemia y guardan pocas esperanzas de recibir ayuda estatal.
El 11 de abril los medios mexicanos informaban de pistoleros, supuestamente pertenecientes al Cartel Jalisco Nueva Generación, entregando comida en la población de Cuautitlán.
Acciones similares han sido atribuidas al Cartel del Golfo en el estado nororiental de Tamaulipas y a “los Viagras” en Michoacán, entre otros.
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