En Florida, una familia desesperada espera que su hijo pueda volver pronto a casa, en Winter Spring.
Desde que la pandemia de COVID-19 golpeó a Europa, a mediados de marzo, el estadounidense Taylor Grime ha permanecido encerrado y aislado en el crucero en el que trabajaba, que lleva dos meses atracado en Italia.
Al joven de Florida le impidieron abandonar el barco después de dar positivo a la prueba del nuevo coronavirus; y ahora, ocho semanas más tarde, su situación no ha cambiado.
La crisis sanitaria en el viejo continente sorprendió a Grime en alta mar, a bordo de uno de los cruceros de la empresa MSC, donde laboraba como dependiente de la joyería.
Aunque nunca presentó síntomas, le hicieron los test por motivos de seguridad. El primer examen dio positivo, y desde ese momento, le han realizado un total de ocho pruebas.
“Los resultados han sido positivo, positivo, negativo, positivo, negativo, positivo”
Sus pruebas no han arrojado una confirmación clara, por lo que las autoridades sanitarias no le permiten aún abandonar el barco. Para poder desembarcar, tendría que obtener al menos dos test negativos seguidos; una exigencia que aún no ha cumplido.
Desde el interior de la nave, Taylor Grimes se comunica con sus padres a través de videollamada; actualiza constantemente su situación a sus seres queridos en redes sociales; y muestra el pequeño camarote en el que permanece aislado.
En este momento, espera el resultado de los tres últimos tests que le realizaron, pero sus padres aseguran que no tienen ninguna “confianza” en el procedimiento.
Mientras tanto, el joven estadounidense intenta mantener una actitud positiva para afrontar las horas de soledad y reclusión en el crucero.
Aunque entiende la necesidad de las restricciones sanitarias, después de ocho semanas, espera que las pruebas sean por fin concluyentes, y le permitan regresar cuanto antes a su casa.
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