Los meteorólogos de la NOAA dicen que las tormentas geomagnéticas de clase G2 son posibles el 1 al 5 de septiembre cuando un par de CME golpean (o al menos rozan) el campo magnético de la Tierra.
La primera CME provino de una erupción solar de clase M4.7el 28 de agosto. El segundo CME fue lanzado hacia nosotros por un filamento magnético en erupción más tarde ese mismo día.
El viento solar que fluye desde estos agujeros en el sol podría llegar a la Tierra del 1 al 5 de septiembre.
Velocidad del viento solar : 320,8 km / seg
densidad: 13,4 protones / cm 3
Actualizado: hoy a las 19:44 UTC
El viento solar en algunas ocasiones puede provocar sismos, erupciones volcánicas y fenómenos atmosféricos adversos.
Internet caerá durante meses si hay una gran tormenta solar
La civilización tal y como la conocemos podría acabar con una tormenta solar extrema. Un evento contra el que ahora mismo no hay defensa posible y que, según un estudio recién publicado, derribará internet de un plumazo durante meses. Y lo que es aún peor: hay una entre ocho probabilidades de que esa tormenta ocurra antes de que acabe la década.
Un estudio que acaba de publicar Sangeetha Abdu Jyothi — una profesora adjunta del departamento de ciencias de la computación de la prestigiosa Universidad de California, Irvine — en la conferencia internacional de comunicaciones SIGCOMM 2021.
Su aviso es el último de una larga lista de alertas sobre este tipo de eventos astrofísicos. Varios científicos ya han dicho en repetidas ocasiones que la actividad solar extrema puede provocar el colapso de estructuras clave que garantizan el funcionamiento de la vida moderna. Pero — como con la amenaza de una pandemia global, el impacto de un asteroide o el cambio climático — nadie con poder para evitarlo parece tomárselo en serio. Así nos ha lucido el pelo en 2020, con el Covid, y así nos está luciendo con el cambio climático, que ya parece imparable.
Consecuencias impredecibles
Como Abdu Jyothi apunta en Wired, “lo que realmente me hizo pensar sobre esto es que, con la pandemia pudimos ver que el mundo no estaba preparado. No hubo un protocolo para gestionarla de manera efectiva y es el mismo caso con la resiliencia de internet”, la capacidad de la red de redes de resistir los efectos de un evento de esta magnitud.
El mensaje del estudio es muy claro: las partículas emitidas durante una tormenta solar de gran intensidad afectarán gravemente a los cables transoceánicos que conectan internet, provocando el colapso de la red global. Aunque esos cables son de fibra óptica, hay repetidores electrónicos cada varios kilómetros. Y esos repetidores, afirma, no son a prueba de una reacción geomagnética como la que causaría una gran tormenta solar.
El estudio publicado en la conferencia SIGCOMM asegura que la columna vertebral de internet se vería afectada durante meses aunque pudiéramos restablecer el suministro eléctrico al cabo de varios días o semanas. Si es que se puede, claro, porque una vez sonaran los primeros compases, las consecuencias en el comportamiento de la población son impredecibles (más sobre esto último al final del artículo).
Y es que, aunque Abdu Jyothi afirma en su estudio que la infraestructura de redes locales de fibra se podría salvar de la catástrofe, las consecuencias de la parada en seco de los sistemas electrónicos de la humanidad durante semanas o meses tendrá un efecto global sin precedentes. Y cuanto más dependa una zona o un país de estos sistemas — como Europa, China o Estados Unidos — más grave podría ser el efecto.
No es inusual
Lo que hace el aviso de Abdu Jyothi mucho más urgente es que, al contrario que el impacto de un gran asteroide, la probabilidad de una gran tormenta solar no es ni mucho menos remota. Según los expertos en el astro rey, el ciclo solar es ineludible y se nos acaba el tiempo. Ahora mismo calculan que hay una probabilidad entre ocho de que haya una tormenta solar de gran magnitud antes de que acabe la década.
Del 1 al 2 de septiembre de 1859, por ejemplo, hubo una tormenta tan grande que hubo auroras hasta en el ecuador. Bautizada como The Carrington Event — por el científico Richard Carrington que, junto a Richard Hodgson, detectó el primer flash de luz en la fotosfera solar — esa tormenta es la más grande jamás registrada. En aquellos días, dañó gravemente la infraestructura global de telegrafía. Afortunadamente, en esos años no había más sistemas eléctricos que pudieran sufrir daños.
Hubo otra tormenta menos intensa del 13 al 15 de mayo de 1921 — la más intensa del siglo XX — pero con efectos bastante más notorios. Para esa fecha ya había infraestructura eléctrica aunque todavía la humanidad no dependiera de ellos a escala planetaria. Aquella eyección coronal masiva causó grandes incendios en sistemas eléctricos en Estados Unidos y Europa, dicen las crónicas de la época. Fue especialmente destructiva en la ciudad de Nueva York, donde acabó con sistemas telegráficos y ferroviarios, aunque las luminarias aparentemente se salvaron de la quema, como publicó entonces el New York Times, y sólo sufrieron fluctuaciones en intensidad.
La última fue hace apenas algo más de tres décadas — en 1989 — pero fue una tormenta solar moderada, de muchísima menor intensidad que las dos anteriores. Aún así, fue capaz de derribar la red eléctrica de Québec, en Canadá.
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