De política y cosas peores

CIUDAD DE MÉXICO.- Empédocles Etílez y Astatrasio Garrajarra, los más notorios borrachos del pueblo, iban por una calle del pueblo. Empédocles le sugirió a su contlapache: “Tengo una idea: caminemos hacia aquella cantina”. Replicó Astatrasio: “Yo tengo una idea mejor: corramos”. El automóvil hizo alto en el semáforo, y el hombre y la mujer que iban en él aprovecharon el momento para darse apasionados besos. Un sujeto empezó a golpear con fuerza la ventanilla del coche. El conductor bajó el cristal y le reclamó airadamente: “¿Por qué golpea así la ventanilla? ¡El coche no es suyo!”. Bufó el otro hecho una furia: “¡El coche no, pero la esposa sí!”. Babalucas se hallaba en la ducha. Su esposa entró en el baño con la confianza -y el desinterés- que dan 20 años de matrimonio, y se sorprendió al ver que la entrepierna de su marido estaba llena de espuma. Le preguntó alarmada: “¿Por qué tienes tanta espuma ahí?”. El badulaque le mostró el frasco del champú y le explicó: “La etiqueta dice: ‘Champú de huevos'”. Un señor de edad madura trotaba sudoroso por el parque. Le comentó a un amigo: “El médico me dijo que mi vida sexual mejorará si corro cinco kilómetros cada día. Hoy he corrido 30, a ver si eso me sirve para hoy en la noche”… El doctor le pidió al hombre que estaba en el lecho de hospital: “Diga ‘A'”. Enunció penosamente el enfermo: “W… X… Y… Z…”. El facultativo se volvió hacia los familiares del señor y les dijo: “Está en las últimas”… San Pedro reunió a las señoras recién llegadas y les pidió: “Aquellas de ustedes que en vida engañaron a sus maridos den un paso al frente”. Todas dieron el paso, menos una. Les anunció San Pedro con severidad: “Irán al purgatorio a expiar su culpa. Y tú, esposa fiel, entra en el Cielo”. Intervino en eso el ángel de la guarda de la mujer: “Díselo por señas, Pedro. Es completamente sorda”… Alguna vez se hará un balance imparcial de la Reforma Agraria, y se conocerán sus verdaderos resultados. Muchos indicios muestras que esa reforma, hecha con las mejores intenciones, fracasó rotundamente. La corrupción encarnó en el líder o el comisariado ejidal, en los funcionarios agrarios. La fragmentación del campo, con el hecho de que la tierra fuera de todos, y por lo tanto de nadie, trajo consigo el empobrecimiento del campo y de los campesinos, obligados ahora a emigrar para ganar la vida. Hay cosas que la demagogia oficialista no puede ocultar. El tiempo, gran justiciero, pone las cosas en su lugar… Un agente viajero llegó a un pequeño pueblo. Era sábado en la noche, y el hombre se estaba aburriendo en su cuarto del hotel. Fue al lobby y le preguntó al encargado: “¿Hay alguna vida nocturna en este pueblo?”. “Había -responde el individuo-, pero hace una semana se casó”… Contó un tipo en el bar: “Tuve un accidente en la fábrica y sufrí quemaduras en el rostro. Afortunadamente un excelente cirujano plástico me puso un injerto de mi propia piel, y no me quedó ninguna huella”. Alguien le preguntó: “¿De dónde te tomó la piel para el injerto?”. Respondió el tipo: “Me da pena decirlo, pero cada vez que me canso la cara se me quiere sentar”… En la sección de escultura del museo de arte la señorita Himenia Camafría, madura célibe, estaba admirando un desnudo masculino tallado en mármol. La estatua se llamaba “La primavera”. En la entrepierna del apuesto mancebo se veía la clásica hoja de parra. El guardia observó que Himenia tardaba demasiado en la contemplación de la parte cubierta por la hoja. Fue hacia ella y le preguntó: Dígame: ¿está usted esperando que llegue el otoño?”… FIN.

 

MIRADOR

La Sierra Madre -la madre sierra- es nuestra defensa y nuestro amparo. En ella se deshacen todas las tempestades que en otros sitios causan muerte y destrucción. Recuerdo un travieso titular de diario: “El ciclón cedió en la Madre (Oriental)”.
La montaña hace que los turbiones se vuelvan lluvia en el Potrero. Con ella se acrecen los manantiales de la tierra. El arroyo, que siempre canta, ahora ruge con voces de torrente. Los asnos, filósofos humildes, sacuden el rabo bajo la lluvia como para alejarla, pero ella no hace caso y sigue tendiendo sus cortinas en el aire.
Yo oigo llover como quien oye llover, y el corazón y el alma se me alegran. Aquí la lluvia es otro nombre del pan. Esta agua de cielo la beberé a vuelta de año en las mieles de las ciruelas y duraznos, en la agridulce carne del perón.
Sierra Madre.
Madre lluvia.
Y nosotros, los hombres, agradecidos hijos.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS

“. Un hombre tenía vacas.”.
Alguien le fue a preguntar:
“¿Le dan leche?”. Respondió:
“No me la dan nunca. Yo
se las tengo que sacar”.

Armando Fuentes

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